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Paris-Roubaix Experience

Dicen que las oportunidades no hay que dejarlas escapar y, nosotros, este año tuvimos la posibilidad de ir a vivir en primera persona la experiencia de una gran clásica del ciclismo como lo es la Paris-Roubaix y, por supuesto, no lo dudamos ni un instante.

Una vez más, nos juntamos con nuestros amigos de Edelsten Bikes para compartir una aventura a lomos de una de sus bicicletas. En esta ocasión, también iríamos acompañados por los chicos de Good Times Roll y el fotógrafo Carlos Fernández Laser, quienes nos acompañarían durante todo el fin de semana.

Para los que conocen “L’Enfern du Nord”, sobrenombre de la Paris-Roubaix, sabrán de buena mano que es una carrera de una gran dureza y muy característica por tener como protagonista principal el adoquín, y es que durante sus 257 km se recorren un total de 29 tramos de pavé (unos 55 km aproximadamente) que aportan una dificultad extra a esta legendaria carrera.

La edición Challenge

Todos sabemos que el ciclista es un animal que le gusta sufrir por naturaleza, y poder participar en la ciclo-turista Paris-Roubaix Challenge es toda una suerte y una experiencia muy recomendada. Es una marcha donde los participantes pueden elegir entre varias distancias y sufrir de primera mano los tramos más míticos de la Clásica como el Trouée d’Arenberg o el Carrefour de l’Arbre, ambos clasificados como 5 estrellas (máxima dificultad).

¿Sinceramente? Por mucho que te expliquen, te den consejos, trucos y muchos ánimos, hasta que no estás allí y te enfrentas al primer tramo de adoquines, no te haces una idea de lo duro que llega a ser.

En nuestro caso, rodamos los primeros 50 km en 1’5 horas, pero todo fue un espejismo al llegar al Bosque de Arenberg donde la realidad nos abofeteó y sacudió de pleno al pelotón en el que rodábamos hasta el momento. Tan solo unos metros bastó para que empezaran a aparecer los primeros pinchazos y el primer ajuste en la presión de los neumáticos.

Cuando conseguimos alcanzar el final del tramo, no sin esfuerzo, nuestra cara era una mezcla entre entusiasmo y asombro. Fue mucho más duro de lo que nos imaginábamos y eso que solo había hecho que empezar. Sin duda, el día prometía.

A medida que cruzas los diferentes segmentos de adoquín tu cuerpo se va mermando a pasos agigantados. Intentas ir rápido, buscar la mejor trazada e intentar dejar el manillar que fluya sin cogerlo con fuerza, pero según vas sumando kilómetros, cada vez es más duro. La sensación es muy extraña porque, aparentemente, físicamente te encuentras bien y las piernas te responden satisfactoriamente, pero, cada vez que pisas pavé es inevitable sufrir y pensar que solo quieres que termine lo antes posible.

Finalmente te acercas a Roubaix, con buen ritmo, pero con una sensación de cansancio a la que no sueles estar acostumbrado. No dejas de pedalear como un loco pensando solo en entrar al velódromo municipal, dar la vuelta de honor y cruzar la meta.

Paris-Roubaix

Tras un día duro, pero ya recuperado, llega el momento de vivir la emoción de la verdadera carrera, esta vez tras la barrera y como un espectador más.

El ambiente es alucinante. Gente de todas las edades plantados durante horas esperando a que llegue el momento, familias al completo, aficionados llegados desde distintos puntos de Francia, Bélgica y otros países, caravanas asentadas durante todo el fin de semana con tal de tener un sitio privilegiado, y fans caminando arriba y abajo en busca del mejor ángulo para ver a sus preferidos.

Pasan los minutos y sigues la carrera desde la radio de un jubilado que tienes al lado, emocionado y ansioso por ver volar a los jefes del pelotón a una velocidad de vértigo y pensar que justo el día de antes tú estabas pasando por ese mismo tramo. Es alucinante la fortaleza y la resistencia con la que superan cada metro de pavé, luchan por mantener una buena posición y, por si no es suficiente, después de recorrer casi 260 km, jugarte toda la carrera a una vuelta a sprint en el velódromo de Roubaix.

Sin duda, una carrera muy especial y digna de ser una de las grandes del ciclismo.

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