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“Badlands tiene ADN de Gor, y Gor tiene ADN de Badlands”

Mientras la edición 2025 de Badlands sigue activa con participantes repartidos a lo largo del duro recorrido en el sur de España, Charly Sánchez nos explica lo que experimentó en la primera tarde de la carrera mientras seguía cámara en mano a Óscar Pujol.

“Badlands tiene ADN de Gor, y Gor tiene ADN de Badlands”. Eso comentó Jose, quien regenta el supermercado situado estratégicamente a la entrada del pueblo. Lo dijo mientras cobraba a los que llegaban a sus estantes buscando provisiones cerca ya de la media noche.

Gor, situado en el kilómetro 230 del nuevo recorrido de Badlands, es el lugar que muchos se marcan como esencial. Prácticamente la totalidad de los participantes para a reabastecerse después de completar un primer tramo largo y falto de víveres. También es el espacio donde encontrar recursos para la larga noche inicial de esta aventura. Está situado en una localización clave, en la que ya la gente debe decidir si parar a descansar o alargar la primera tirada bajo la luna.

A pesar de que Badlands es una prueba de autosuficiencia en la que los participantes intentan llevar desde la salida todo lo necesario para completar la hazaña, es de agradecer cómo los pueblos se vuelcan con la carrera para facilitarles el reabastecimiento y descanso.

“Con el paso de los años, la experiencia en este pueblo ha cambiado mucho” nos decía Óscar Pujol, tercer clasificado de la edición inaugural. “La primera vez apenas tenían más que el pan justo para paisanos y casi estaban asustados de recibir tanto ciclista hambriento. Les daba rabia no haber sido avisados. Ahora, están prevenidos para lo que se les viene.”

La mesa de Óscar. Ese mix de bocadillo y arroz, isotónico y comida ciclista, junto con crema para las rozaduras y un plátano en el bolsillo. Pura definición de ultraciclista.

Fue gracioso para mí llegar al pueblo por la tarde. Como primerizo en esta aventura, no había escuchado nunca a esos locales gritar “¡Supermarket! ¡Bar!» a cada corredor que llegaba, dando por hecho que eran extranjeros. Todo ello mientras señalaban a izquierda y derecha, dándoles la opción de decidir dónde parar a repostar.

Cerca de ahí, en el bar del pueblo, la terraza estaba llena de gente escuchando la música de verbena con David Civera acompañando de fondo el tapeo de la tarde. No desistía nadie en su compromiso de aplaudir a cada corredor que llegaba.

La gente del barrio disfrutando del café, con ciclistas en el fondo cargando lo comprado

En su interior, el ambiente era otro. La fatiga, las penurias, y el estrés convivían con algún local sentando observando ese espectáculo de forasteros.

Rafa, nuestro otro protagonista, volvió a Gor, el pueblo de su novia, después de 24 años en Ibiza. Está a cargo de este bar desde hace sólo dos meses, y afirma estar acostumbrado a trabajar para este tipo de gente.

La cocina es un no parar de hervir y servir. Lorena y Manuel trabajan sin descanso, pero agradecen la educación y el trato de cada uno de los participantes que espera paciente. A veces, no les queda más remedio que decir “sorry for your time”, disculpándose cada vez que tienen que preparar una nueva olla de pasta y otra tirada de carne.

De fondo, Álex, el otro camarero, corre con un carro de la compra lleno de agua para reponer neveras. Esa disculpa me parece tan generosa como los carteles de la nevera anunciando el menú preparado a conciencia para ultraciclistas.

Cinco horas después de llegar al pueblo, habiendo visto una procesión de ciclistas entrar y salir de los bares y supermercados de Gor, le pedimos ahora una actualización de la situación a Rafa.

Él está dudoso y casi desbordado, pero estima que ya han gastado la friolera de más de 4 kg arroz, 25 kg de pasta, 25 kg de carne, y 800 bebidas. Agradecido por lo que está pasando, Rafa y toda esa gente que vuelve al mundo rural, aplican sus aprendizajes y hacen su trabajo con pasión. Esto define cómo de increíble es el paso de la prueba por la zona.

El equipo del bar corre para reponer las neveras y ya van varias en la tarde. Mientras, otros siguen repostando en el supermercado.

Locales de toda la vida, mayores o pequeños, de ida o de vuelta, con la única intención de tratar a la gente “igual que te gustaría que te tratasen a tí”. Quizás es un compromiso y un pacto no escrito que los locales han acordado con la prueba.

Antes de nuestra visita, desde la organización, nos explicaron claramente su filosofía y objetivo con la prueba. También dejaron claras las condiciones como equipo de media para convivir con los corredores y respetar la esencia del ultraciclismo.

A pesar de las más de 2.000 solicitudes recibidas para participar en la edición 2025 de Badlands, la organización busca no masificar un territorio con cierta escasez de recursos e infraestructuras, promoviendo una asistencia desestacionalizada que genere impacto en esa zona del interior de España alejada de focos turísticos. Además, el impacto económico no se queda en el fin de semana de la prueba, ya que convierte a la región en un destino ciclista para aquellos que vienen a experimentar Badlands de forma autónoma durante el resto del año.

No sabemos si fue antes la fe por servir del pueblo de Gor, o la atención por respetarlos por parte del equipo que forma Badlands. De una forma u otra, ambos han encajado como anillo al dedo desde el inicio. Así que igual sí que tenía razón Jose, “Badlands tiene ADN de Gor, y Gor tiene ADN de Badlands”.