Era una tarde de finales de verano, en un pequeño pueblo a las afueras de Girona, y Benjamin Perry llegaba a la plaza principal con su nueva y flamante equipación. El inconfundible rojo y blanco de la bandera canadiense, en esta ocasión, reinventado para el gravel. Recientemente se ha proclamado campeón nacional, justa justificación para una actualización de su ya llamativa indumentaria. Las astas de alce adornan el logo original de Guava, y la hoja de arce en pecho y espalda copia la equipación que el Team Canada luce cada año en el torneo de hockey Spengler Cup.
Las trayectorias en el ciclismo rara vez siguen una línea recta, y el camino de Benjamin Perry ha sido todo menos predecible. Desde los gélidos inviernos de Ontario hasta el caos adoquinado de Bélgica. Desde las clásicas del WorldTour hasta los caminos de tierra de las carreras de gravel, Ben ha tenido que reinventarse constantemente. Ahora, asentado en Girona, el que fue líder de las Gravel Earth Series durante la primera parte del año se ha convertido en una figura respetada en la escena del gravel gracias a su nivel, pero también a su capacidad de resistencia, adaptación y seguir adelante incluso en los momentos más difíciles.
Una trayectoria profesional fuera de lo común
El camino de Ben hacia el ciclismo comenzó con la imprevisibilidad. Criado en St. Catharines, Canadá, se sintió atraído por el atletismo por su simplicidad, pero el ciclismo de montaña pronto lo atrajo por la razón opuesta. “Era menos predecible”, recuerda. “Podías estar en mejor forma que el de al lado, pero si él era más inteligente o hábil, aún te podía ganar. Me gustaba”. Esa mentalidad le sería muy útil años después, cuando su carrera exigiría resiliencia más que potencia pura.
Bombardeamos a Ben con preguntas mientras él mantenía el equilibrio sobre su bici, por diversión. “Hay muchos semáforos en mi ciudad natal, así que tuve que aprenderlo”, explica. Sus inicios en el ciclocross también debieron enseñarle varias habilidades. Su primera carrera en Europa fue la Copa del Mundo de CX en Hoogerheide, Países Bajos, seguida del Campeonato Mundial en Alemania. País por país, ha estado en todos los lugares imaginables en los que se puede competir durante una carrera profesional.
Como muchos ciclistas de su generación, probablemente la última en pasar por ese proceso, Ben se curtió en la escena de las llamadas kermesse en Bélgica. Vivía en albergues, iba en bicicleta a las carreras y enviaba correos electrónicos desesperados a los equipos. Era un mundo totalmente opuesto a Canadá, donde las carreras locales eran escasas y los inviernos significaban meses en el rodillo.
Su persistencia dio sus frutos. Consiguió una plaza en el Israel Cycling Academy, ascendiendo finalmente al nivel Pro Continental y participando en Flandes y Roubaix, carreras que definen el temple de un ciclista.
Los años siguientes fueron una montaña rusa: etapas en Astana, Canyon WiV SunGod y Human Powered Health, salpicados de momentos brillantes; un cuarto puesto en la general del Tour of Britain y una brillante carrera en el Rondom Leuven, donde compitió codo con codo con Kristoff y dejó atrás a Alaphilippe. Sin embargo, los contratos eran frágiles, los patrocinadores inestables y las lesiones, crueles. Una grave fractura de clavícula en los 4 Jours de Dunkerque arruinó una prometedora temporada 2023, y poco después, la repentina desaparición de Human Powered Health lo dejó sin hogar. “Ese fue el final”, dice Ben sin rodeos.
Lo que empezó como vía de escape y terminó siendo el foco principal
En esa última temporada corriendo con neumáticos finos, sintió que se había excedido, intentando seguir creciendo a partir de las expectativas del año anterior. Había conseguido entrar en Human Powered Health, el equipo al que todos los ciclistas norteamericanos quieren pertenecer por su trayectoria y estabilidad. Sin embargo, el sobreentrenamiento y el estrés hicieron que cayera enfermo, lo que requirió un prolongado descanso.
Fue entonces cuando su amigo Dan Bonello animó a Ben a hacerse con una bicicleta de gravel y a participar en The Traka 200, donde terminó en tercera posición. Tras rechazar las ofertas de los equipos de gravel que lo contactaron, Ben volvió a centrarse en su equipo hasta que tuvo que lidiar con el inesperado final de la historia.
Pero los finales en el ciclismo rara vez son definitivos. El gravel le ofreció un nuevo comienzo. Ben descubrió que su combinación de experiencia, determinación y adaptabilidad encajaba a la perfección en esta disciplina en rápida evolución.
Sus primeros pasos en el gravel no fueron fáciles. Una temporada tóxica con el colectivo Groove casi lo obliga a abandonar el deporte por completo. “No podía dormir. Me estaba arruinando la vida”, admite. Pero en lugar de alejarse, redobló la apuesta y decidió invertir en sí mismo y construir su propio camino.
Ese salto lo llevó a Guava, una marca de bicicletas con sede en Girona y con raíces tan internacionales como las de Perry. Cuando contactó por correo electrónico al cofundador David Álvarez —en español, para luego descubrir que Dave era de Seattle— la conexión fue natural. Le dieron una bicicleta y Ben terminó quinto en el Gravel Weekend de Letonia. Y, lo más importante, encontró gente que creía en él.
Incorporó otras marcas a su proyecto, adoptando el modelo de ciclista privateer. “Me recordó a cuando practicaba skate, participando en varios concursos y consiguiendo pequeños patrocinadores, como uno de tablas y otro de rodamientos. El gravel es así, y es divertido poder elegir qué marcas añadir a la mezcla,” explica.
De arriba para abajo, por el amor al deporte
Solo el año pasado, su calendario abarcó desde México hasta Islandia, incluso el Himalaya. Los viajes constantes son agotadores, y admite que esta temporada ha hecho demasiado, aunque esto refleja su filosofía: el gravel trata tanto de exploración como de competición. Puede bromear sobre los presupuestos absurdos que se requieren para viajar por el mundo buscando los puntos necesarios para disputar la general de las UCI Gravel Series o las Gravel Earth Series, pero en el fondo, acepta la imprevisibilidad de todo.
Ya no es un engranaje más de la maquinaria del WorldTour; se convirtió en la cara y la voz de su propio proyecto. Ben nos explicó que en el ciclismo de ruta profesional, solo pedaleas, comes y duermes, y el equipo lo decide todo por ti. No hay necesidad de reservar billetes de avión ni de reparar un problema mecánico.
Como privateer, Ben organiza su propio calendario, gestiona las relaciones con los patrocinadores, repara su bicicleta en cualquier lugar lejano y presupuesta cada viaje. Se ríe del contraste con su época en Astana, donde varios ciclistas se quejaban sin parar de hoteles, comida o cualquier componente de la bicicleta. “Tienes que conformarte con acampar, volar en clase turista durante 30 horas y no ganar un dineral”, dice encogiéndose de hombros.
Aun así, se siente orgulloso de poder representar a las marcas en las que cree, y estas reflejan la independencia que ha forjado: Guava, Castelli, Gemini, Klinpig, entre otras. Varias de ellas son relativamente pequeñas y locales de España, donde Ben no es un ciclista más en la plantilla; es una figura central, la imagen de su visión.
“Es agradable ser uno de los principales responsables de estas marcas, sentirte como un pez gordo en un estanque más pequeño”. – Ben Perry
Girona y más allá
Ben lleva nueve años viviendo en Girona, viendo como la ciudad pasaba de ser un enclave de carreras de carretera a la capital del gravel. Cuando llegó, solo había una cafetería de ciclismo y una tienda de bicicletas de verdad. Ahora, las calles están llenas de negocios ciclistas, y aunque muchos profesionales del WorldTour se han marchado, los corredores de gravel han ocupado su lugar. Según él, la razón principal es que el terreno alrededor de Girona es perfecto para ello y muchas de las carreras se celebran aquí.
Se ha ganado el respeto en esta comunidad no por ser el más rápido, aunque sus piernas aún aguantan, sino por su resiliencia. Es el ciclista que aguantó los golpes duros, que perdió contratos y equipos, y ahora bromea al respecto. Sabemos que es una de las personas más divertidas de la ciudad, pero también el que más tira del grupo en la famosa grupeta de los Wednesday Worlds.
Del caos de las carreras de mountain bike en Canadá al adoquín de Bélgica, del pelotón del WorldTour a las pistas de tierra de Nepal y Nebraska, Benjamin Perry ha llevado consigo la misma lección que aprendió desde pequeño: el ciclismo es impredecible, y eso lo hace emocionante. En el gravel, la imprevisibilidad no es una debilidad; es la clave. Y ahí es exactamente donde Ben pertenece.