En las remotas colinas de Aragón, lejos del ruido del tráfico y los calendarios de carreras, un grupo de ciclistas se reunió para un largo fin de semana de exploración. El Border Bash Aragón Gravel Camp no se centraba en los resultados, sino en descubrir los caminos menos transitados, conocer ciclistas con ideas afines y disfrutar de la libertad que solo las bicicletas de gravel y los paisajes expuestos pueden ofrecer.
Nuestro campamento base para el evento de cuatro días con inicio el 24 de abril fue el Camping Cañones de Guara Formiga, enclavado entre crestas rocosas y abundante vegetación, un lugar ideal para una aventura en bici de gravel. Los responsables también gestionan Bguara, un servicio que permite a los ciclistas encontrar alojamiento, itinerarios ciclistas y actividades culturales en el macizo montañoso de la Sierra de Guara.
La madre naturaleza en su máxima expresión
Nuestra primera ruta abarcó 81 km con más de 2.000 metros de desnivel, llevándonos desde el camping hasta un refugio ubicado en la localidad de Nocito. Con el equipamiento necesario para pasar la noche y comida para dos días en nuestras bolsas de bikepacking, nos sentíamos en un ambiente tranquilo y emocionante mientras salíamos a rodar bajo el sol mañanero.
Tras unos 20 km, llegamos al Embalse de Guara, con abundante agua por la lluvia de los meses anteriores. Brillaba bajo el cielo, tranquilo y cristalino, un contraste con lo que vino después. Horas más tarde, uno de los cruces de río estaba completamente inundado, lo que provocó que tuvieramos que deshacer parcialmente el camino y, por consecuencia, añadió tiempo y fatiga a una jornada ya de por sí dura.
El último tercio de la etapa incluyó largas subidas asfaltadas que exigieron buenas piernas, seguidas de tramos con superficie muy rota donde tanto ciclista como bicicleta fueron llevados al límite. Muchos de los participantes iban en bicicletas randonneur, fiables y muy apreciadas, pero no precisamente diseñadas para pendientes pronunciadas y gravel del duro.
A lo largo del día, fuimos espiados por las águilas que poblaban el cielo, que probablemente percibían nuestro agotamiento desde allí arriba. Algunos ciclistas no llegaron al Refugio Casa Lardiés hasta después de las 8 de la tarde, pero el esfuerzo valió la pena. Fuimos recompensados con una cena caliente y abundante que incluyó lentejas y estofado de ternera.
Sol y bocatas en una terraza
A la mañana siguiente, nos dieron unos bocallidos de tortilla enormes para almorzar, otro pequeño detalle de la gente del refugio que agradecimos mucho. Añadimos ese peso extra a nuestras bolsas de bikepacking y salimos a por los 94 km y 1.750 metros de ascenso por delante. Para facilitarnos la vuelta, la ruta comenzaba sobre asfalto: suave, rápido y perfecto para recuperar el aliento con las piernas cansadas. Nos cruzamos con varios grupos de ciclistas de carretera, que superaban en número a los coches que vimos en la totalidad del día.
A mitad de camino, devoramos nuestros bocadillos de tortilla en la terraza de un tranquilo bar del pueblo. Con el sol en la cara, las piernas estiradas: esto no era solo un evento organizado, sino unas vacaciones sobre dos ruedas. La logística fue planificada inteligentemente, con bolsas compactas que contenían lo justo para dos días de bici sin sobrecargarnos, ya que eramos conocedores de la dificultad añadida de acumular desnivel con ese peso.
Más tarde, pasamos por el Castillo de Montearagón, que se encontraba al final de un camino de gravel en perfecto estado. El ánimo mejoró aún más, y ante esas vistas similares al Gran Canyon del Colorado realizamos una nueva parada para apreciar lo que nos rodeaba.
Un corto tramo de singletrack supuso un pequeño reto técnico, y un pinchazo en el momento ideal nos dio la oportunidad de parar en un bar justo cuando abría. Con bebidas en mano, esperamos a que varios miembros del grupo solucionaran el problema. El tipo de retraso que es bienvenido.
De vuelta al campamento nos tomamos un merecido descanso en la campervan antes de cenar con el grupo. Para este viaje, nos asociamos con Activans, una empresa de alquiler de autocaravanas especializada en aventuras al aire libre. Tras una larga temporada en alojamientos más tradicionales en viajes anteriores, fue refrescante volver a la vida sobre cuatro ruedas, y la camper que utilizamos contaba con todo lo deseado para este tipo de viaje.
Había espacio para guardar varias bicicletas de forma segura, sin sacrificar espacio para estar ni dormir. Esto significaba evitar las tediosas cargas y descargas diarias y no sacrificar la comodidad. Contar con una cocina acogedora, una cama cómoda y una distribución bien pensada marcó una gran diferencia al regresar tras un largo día sobre la bici.
Un final tranquilo y ganas de más
El último día fue un circuito tranquilo, corto y con paisajes espectaculares, el recorrido perfecto para recuperarse. Algunos tramos del recorrido nos resultaban familiares de ediciones anteriores, pero las condiciones habían cambiado drásticamente. Caminos que antes eran apenas transitables se habían convertido en suaves carreteras de gravel, mientras que otros casi habían desaparecido. La naturaleza, como siempre, tiene la última palabra.
Terminamos el recorrido con una comida junto al río. Sin zapatos, con el sol haciendo acto de presencia una vez más y las piernas ya cansadas después de todo lo vivido. Más tarde, al llegar de vuelta al Camping Cañones de Guara Formiga, cargamos la camper, preparamos una última comida y pusimos rumbo a casa.
Los eventos organizados por Ondrej han creado un grupo de ciclistas que emigran cada año desde su país de origen a España para el campamento en Aragón, y luego se reúnen de nuevo en la región de Sajonia-Bohemia en la República Checa para el Bohemian Border Bash. Es uno de los próximos eventos que esperamos con ilusión, y os mantendremos informados.