La edición inaugural de la Gravel Burn, celebrada en el bello y salvaje Cabo Oriental en Sudáfrica, resultó ser un evento donde el tiempo fuera de la bicicleta fue tan valioso como los kilómetros recorridos cada mañana. Estuvimos entre los primeros 500 participantes de lo que promete ser la carrera de gravel por etapas de referencia en los próximos años, y nos dimos cuenta de que, en un evento de varios días de duración, la línea de meta también marca el inicio de la cuenta atrás del tiempo disponible para acelerar la recuperación y la preparación para las etapas restantes.
Un campamento con todos los servicios
Ubicados en el corazón de los vastos paisajes sudafricanos, los campamentos o Burn Camps fueron un ejemplo de equilibrio: máxima comodidad combinada con aventura en estado puro. Estos estaban organizados en Lapas, o grupos de 25 tiendas, con una hoguera en el centro, de la que se encargaba nuestro jefe de campamento, Adrien. Dentro de cada tienda había una cama elevada Disc-O-Bed, una luz que también podíamos usar para cargar nuestros dispositivos, y una mesilla. Era lo suficientemente espaciosa como para guardar nuestra bicicleta y la bolsa grande que trajimos para la carrera, la cual ya estaba allí cuando llegamos.
Para quitarnos el polvo del día, nos teníamos que dirigir a las duchas más cercanas, construidas específicamente para ese fin. Esta infraestructura, lejos de ser precaria, permanecerá en su lugar y dará servicio a las granjas anfitrionas incluso después de la semana de la carrera.
Rutina diaria
Cada día comenzaba con la fresca quietud del amanecer; algunos tomaban su primera dosis de cafeína y otros hacían cola para el desayuno. Llegar relativamente tarde podía significar quedarse sin avena, el alimento más solicitado en el campamento. Todo esto ocurría antes de las 06:00 de la mañana, hora en que un hombre tocando la gaita despertaba al resto de los habitantes del campamento. Otra canción que todos recordaremos es Firestarter de The Prodigy, que sonaba justo antes del inicio de etapa.
Tras superar el terreno ondulado y los diversos obstáculos del semidesierto de Karoo, la mayoría de los ciclistas llegaban al siguiente campamento sobre las 13:00, lo que teóricamente era tiempo suficiente para recuperar y preparar el día siguiente. Por eso, preguntamos a algunos ciclistas de categoría élite y a otros de grupos de edad en qué invertian sus tardes.
Prioridades diferentes
Simon Pellaud finalizó en segunda posición, un logro notable teniendo en cuenta que, a diferencia de la mayoría de los profesionales, no contaba con mecánico y durmió en una tienda de campaña en lugar de una autocaravana. “Lo primero que hago es beber mucho líquido, porque aquí uno se deshidrata con mucha facilidad. Después de la comida de recuperación, voy a hacerme un masaje o a asegurarme de que mi bicicleta esté lista para la siguiente etapa”, comentó el subcampeón del Life Time Grand Prix 2025.
Nuestro vecino en el campamento, Jorge Padrones, de Radio Gravel, tiene experiencia en eventos de varios días, pero reconoce el estrés que supone intentar optimizar la recuperación con la vista puesta ya en el día siguiente. “Puede parecer mucho tiempo libre, pero hay que ducharse, lavar la ropa a mano, comer, editar el contenido generado, colocar el dorsal en el maillot elegido para la siguiente etapa, etcétera. Tareas sencillas que, juntas, consumen gran parte de tu valioso tiempo de recuperación”, explicó Jorge.
¿Socializar con los demás participantes o quedarse en la cama? Ese es el dilema al que muchos nos enfrentábamos a diario. La elección de Maddy Nutt parece bastante clara. “Paso las tardes comiendo más que relajándome, y también intento socializar lo máximo posible”, dijo mientras terminaba su bolsa de palomitas. Maddy ha logrado resultados impresionantes en carreras similares siguiendo este enfoque, lo que demuestra que quizás no es necesario centrarse excesivamente en la recuperación.
“Lo que espero con más ganas es el masaje. Tengo reservados mis masajes a las 13:00, así que tengo que asegurarme de terminar a tiempo. Más tarde me puedes encontrar en la zona de meta con una cerveza en la mano”, dijo Wade Wallace de Escape Collective, efectivamente con una cerveza en la mano. Varios días, a las 5:30 PM, moderó una mesa redonda con ciclistas destacados, el entretenimiento perfecto entre la ceremonia del podio y la cena.
Monitorizar y anticipar
A media tarde, los campamentos se convirtieron en pequeñas comunidades. La carpa de meta, o Boma en el idioma local, acogía a los primeros clasificados, ya vestidos con ropa informal, a los ciclistas que acababan de llegar tras su esfuerzo diario y a otros que buscaban o interacción social o conexión inalámbrica. Cerca se encontraba la Zona de Recuperación Hyperice, donde quienes creían en el poder mágico de las botas de compresión disfrutaban de una sesión de 30 minutos.
En lo que nosotros realmente creíamos era la importancia de monitorizar la carga de trabajo de cada etapa y analizar el perfil que debíamos afrontar al día siguiente. Por eso, los productos Garmin que probamos durante la Gravel Burn resultaron ser extremadamente útiles en una carrera de varios días. Las primeras etapas nos ayudaron a optimizar las pantallas de datos del Edge 550, añadiendo más campos relacionados con la potencia y la frecuencia cardíaca para ver durante la carrera cómo nuestro cuerpo asimilaba la fatiga. Los récords de potencia registrados por los pedales Rally XC210 en la etapa inicial, cuando aún estábamos frescos, resultaron imposibles de repetir posteriormente.
De vez en cuando, pasábamos por el puesto de bicicletas para comprobar si la nuestra, que habíamos entregado a los mecánicos, ya estaba lavada y, si era necesario, reparada. Quizás ya habéis oído hablar del diluvio que nos cayó en la etapa 1, así que imaginar la cantidad de pastillas de freno que tuvo que cambiar durante la noche aquel grupo de trabajadores incansables.
La carrera nocturna
La noche después de la etapa 3 fue la excepción, con un criterium nocturno Night Burn que hizo las delicias de todos en el campamento. El día anterior, los ciclistas participaron en el Red Bull KM, y aquellos que registraron la mayor diferencia entre su posición en la clasificación general y su posición en el sprint se clasificaron para la mencionada carrera. Los ciclistas salieron por intervalos, según un sistema de hándicap que daba ventaja frente a Tom Pidcock, quien tenía que alcanzarlos a todos. El último en ser sobrepasado ganaba, y los espectadores disfrutaron de una breve pero intensa dosis adicional de competición iluminada por las múltiples hogueras repartidas por el recorrido.
A la cama temprano
Al atardecer, el Burn Camp se transformaba una vez más. Mesas comunitarias largas, repletas de comida y risas. La cena era a partir de las 18:00, e incluso después de haber llenado nuestro estómago de la variada selección de aperitivos que uno podía coger sin coste alguno, nuestro metabolismo siempre estaba listo para el delicioso buffet.
El cansancio del día se transformó en reflexión, y la línea entre competidores se desdibujó por completo. Los ciclistas mejor clasificados charlaban con quienes ese día habían pasado el doble de tiempo sobre la bici. Consejos de recuperación se mezclaban con planes para la siguiente etapa, y tras una breve digestión, ya estábamos metidos en nuestros sacos de dormir.
La Gravel Burn demostró que una aventura completa se basa tanto en la parte competitiva como el tiempo libre, y que las horas tranquilas en buena compañía son lo que hacen que los eventos de varios días sean realmente especiales. En su primera edición, la Gravel Burn ofreció mucho más que una prueba de resistencia. Ofreció un espacio para bajar el ritmo, desconectar de las obligaciones diarias y apreciar la singular combinación de sencillez y comodidad que define al evento.






















