Cuando las entradas de un evento se agotan en 24 horas, se demuestra el interés de los entusiastas del gravel por afrontar el reto. Cuando una gran parte de los que consiguen una inscripción son ciclistas que repiten, revela además el saber hacer de los organizadores, ya que los afortunados participantes vuelven a casa con ganas de vivir momentos similares año tras año.
Este es el caso de Le Pilgrimage, y la edición de 2024 ha sido inolvidable. Podemos considerarnos privilegiados por los momentos que compartimos con un grupo de peregrinos procedentes de toda Europa y más allá, con orígenes y niveles de forma física variados. Estábamos listos para embarcarnos en un viaje de gravel en los Alpes occidentales, que nos llevaría a lugares mágicos a través de terrenos desafiantes.
En la primera noche juntos en Chalet AlpeLune, ubicado en Puy Saint Vincent, los coorganizadores Simon Rosmolen y Cyril Chermin explicaron la misión, la visión y los valores de Le Pilgrimage. Han participado en muchos eventos de ciclismo a lo largo de los años y se dieron cuenta de que lo que más disfrutaban eran los momentos sociales. En base a eso, se propusieron organizar un evento centrado en la aventura, comfort y comunidad.
Todo eso se materializó en una primera edición exitosa, que junto con un atractivo material gráfico y fotos que mostraban lo que vivieron los participantes de 2023, animó a aún más personas a inscribirse, alcanzando la capacidad total del chalet. Como mencionó el coorganizador Cyril Chermin durante la cena de apertura, Le Pilgrimage fue «1 ruta, 40 historias diferentes», y aunque estamos aquí para explicar la experiencia desde nuestro punto de vista, cada participante regresó a casa con una aventura reveladora en el bolsillo.
Los organizadores se ocuparon de todos los aspectos controlables, e incluso cosas como el clima estuvieron de nuestro lado. Después de una primera edición muy desafiante truncada por la lluvia y el frío, podemos contar con una mano las nubes que vimos en el cielo durante los días de ruta.
El evento tuvo lugar del 12 al 17 de septiembre. Era el final del verano y estábamos a 1.500 metros de altitud, alcanzando mayores altitudes en la bicicleta cada día, por lo que el clima era impredecible. Durante los días previos al inicio, una tormenta de frío azotó los Alpes, pero por suerte para nosotros, las consecuencias más severas se produjeron en el lado este. Aun así, nevó por encima de los 2.500 m cerca del chalet y las temperaturas para los próximos días serían muy bajas. En base a esa previsión, sacamos de la mochila toda la equipación de verano y metimos algunas capas gruesas en su lugar. Menos mal que lo hicimos.
Las etapas fueron autosuficientes, pero tan pronto como regresábamos al Chalet AlpeLune, nos trataban como reinas y reyes. Todos teníamos una plato de pasta recurperador esperándonos, y los que llegaban a un tiempo razonable pudieron disfrutar del jacuzzi y limpiar la bicicleta con todas las herramientas a nuestra disposición antes de la cena. Nos reuníamos todas las tardes a las 19:30 en el comedor para devorar lo que la chef Anne Pekelharing había preparado para nosotros, compartir las historias del día y prepararnos para lo que vendría al día siguiente.
Etapa 1: Pays des Écrins
Cada vez que pensamos en la etapa inicial, nos duele la parte baja de la espalda al recordar el esfuerzo para superar las imponentes rampas que tuvimos que afrontar. Viendo el perfil de la etapa, no parecía una ruta dura ya que no había ningún pico que sobresaliera del resto. Sin embargo, acumulamos 2.500 metros de desnivel en los primeros 50 kilómetros enlazando varias subidas de longitud moderada pero de gran desnivel, siempre dentro del Parque Nacional de Écrins. El denso bosque con árboles altos sólo nos permitía contemplar de vez en cuando las altas cumbres que nos rodeaban, pero también nos cubría del fuerte viento que azotaba la región.
Al final de la última de esas subidas se encontraba el punto de control de la etapa. Hicimos algo de porteo con la bici para llegar a Cabane St. Jean, un refugio de montaña para pastores y senderistas, pero fuimos recompensados con una fondue de queso y salchichas a la parrilla. Afrontamos el largo descenso con el estómago lleno y el primer sello en nuestra tarjeta brevet.
El último tercio del recorrido transcurrió principalmente por asfalto y esta vez no había forma de resguardarse del viento. Quienes iban en grupo pudieron minimizar su impacto, otra razón para afrontar esta prueba como una oportunidad de conocer gente mientras se pedaleaba en pelotón y no como un esfuerzo individual.
Etapa 2: Galibier y Vallée de la Clarée
Si las temperaturas del primer día ya eran bajas, las previsiones para la etapa 2 no eran nada alentadoras. La carretera que lleva a la cima del Galibier había estado cerrada los dos días anteriores debido al hielo y, aunque la ruta que debíamos afrontar nos llevaría a la cima por el lado off-road, las altas probabilidades de encontrarnos con terrenos no transitables hicieron que los organizadores facilitaran diferentes alternativas para llegar al Refuge des Drayeres.
El cielo estaba despejado, así que abordamos el plan original con la esperanza de que el sol derritiera el hielo restante en los senderos. El acceso al Galibier desde Briançon se hace por la carretera principal, pero gracias a Le Pilgrimage descubrimos un camino alternativo, principalmente de gravel, paralelo a ella.
Tras tres horas de pedaleo, llegamos al inicio de la antigua carretera que lleva a la cima del Galibier. Ya habíamos acumulado más de 1.000 metros de desnivel, pero las pendientes aumentarían drásticamente en el último tramo. El terreno era muy accidentado y no se había derretido todo el hielo, por lo que tardamos una hora entera en cubrir los 7,5 kilómetros restantes. Las vistas del glaciar a nuestras espaldas lo compensaban.
Estábamos llenos de adrenalina en la cima de la famosa montaña. Todo era para nosotros, ya que ningún coche podía acceder a la carretera hasta la cima y en ese momento ningún otro ciclista desafiaba el clima adverso. Nuestro Hammerhead monstraba una temperatura ambiental de -4°C y apenas podíamos mantenernos en pie debido a las fuertes ráfagas de viento. El descenso hasta Plan Lachat fue corto pero extremadamente frío, por lo que la subida en gravel hasta el Alto Valle de la Clarée nos ayudó a entrar en calor de nuevo.
En algún momento, tuvimos que poner los pies en el suelo, ya que el gravel suave se convirtió en un tramo rocoso sin un camino claro. Algunos peregrinos vinieron bien preparados con botas de trekking para minimizar el riesgo de resbalones, pero aún así, la caminata con la bicicleta a cuestas fue larga y lenta. Finalmente llegamos al Refugio des Drayeres, donde algunos de los participantes que optaron por saltarse el Galibier ya estaban disfrutando del agradable catering preparado para nosotros.
La velocidad media aumentó considerablemente en el descenso a Briançon por el Valle de la Clarée, con algunos bonitos senderos que nos mantuvieron entretenidos. Fue durante la última subida antes de llegar al campamento base cuando nos dimos cuenta de la magnitud del desafío que habíamos logrado, pero lo que se avecinaba en los próximos dos días sería aún más alucinante.
Etapa 3: Strada dell’Assieta y Monte Jafferau
Al igual que el año pasado, la última etapa fue una ruta de dos días de duración, en la que cada peregrino decidió dónde dormir antes de afrontar el tramo restante. Esta vez nos adentraríamos en Italia, con la Strada dell’Assietta y el Monte Jafferau – aunque esta última ubicación todavía era un secreto antes de comenzar la etapa – como puntos destacados. El aspecto de las bicicletas en la línea de salida reveló quién planeaba acampar y quién se hospedaría en un B&B, y según lo que escuchamos, la mayoría dormiría en Susa. Nosotros reservamos una noche un poco más arriba en la carretera para comenzar con algo de ventaja en la búsqueda del tesoro. Incluso en un evento social como Le Pilgrimage, nuestro lado competitivo sale a la luz de una manera u otra.
Captamos los primeros rayos de sol en nuestro camino hacia la frontera. Un tranquilo camino de gravel nos llevó a Claviere, donde pedimos un capuchino porque eso es lo primero que todos deben hacer al cruzar a Italia. Se produjo un reagrupamiento y Cyril se adelantó diciendo “no quiero perderme esta parte”, por lo que esperábamos algo interesante a continuación.
Unos minutos más tarde, nuestro Hammerhead nos advirtió de los desniveles que tendríamos que superar y las cosas se complicaron aún más cuando el camino recientemente asfaltado se convirtió en una mezcla de adoquines de Paris-Roubaix y campos de patatas. Como dice el dicho, “cuanto más dura la subida, mejor la vista”, y nos quitamos las capas de ropa que ya no necesitábamos mientras contemplábamos el paisaje con el que fuimos recompensados. Las temperaturas finalmente superaron los 15 °C y la crema solar que todos dejaron de lado durante las dos primeras etapas se convirtió de repente en un objeto preciado.
Antes de llegar a Strada dell’Assieta, un descenso técnico y rocoso fue seguido por una larga subida, asfaltada hasta Sestriere y luego off-road hasta la cota de 2.400 metros. Las múltiples porciones de pizza que ingerimos en la estación de esquí nos dieron la energía necesaria para llegar a la cima, y también nos aseguramos de llevar suficiente comida y agua extra, ya que durante los siguientes 40 kilómetros estaríamos pedaleando por una meseta a más de 2.000 metros, aislados de la civilización.
La Strada dell’Assieta fue sin duda uno de los puntos destacados no solo de Le Pilgrimage, sino de todo nuestro verano. Era como el típico sendero a través de la cresta de una montaña, pero muchos más ancho y largo, con vistas asombrosas de los valles de Susa y Chisone. Habíamos creado un buen margen de tiempo respecto al atardecer, por lo que pudimos permitirnos el lujo detenernos varias veces, mirar a nuestro alrededor y darnos cuenta de lo privilegiados que éramos de estar allí. Fue una verdadera sesión de mindfulness.
El punto final de la antigua carretera militar estaba cerca de la cima del Colle delle Finestre, otr o lugar mágico y uno de los puntos destacados de la quinta edición de Among the Giants. El descenso fue más irregular de lo que recordamos, con baches que dificultaban las cosas incluso en una bicicleta de gravel. Ese fue el último tramo accidentado del día, ya que el resto del descenso hasta Susa y los 15 kilómetros adicionales hasta nuestro alojamiento fueron sobre asfalto.
Nos despertamos y lo primero que hicimos fue abrir Dotwatcher para comprobar dónde había pasado la noche cada uno de nuestros compañeros y si alguno de ellos había iniciado ya la larga subida hasta el tercer y último punto de control de esta edición, la Caserma Grotte del Seguret.
Cuando retomamos la búsqueda del tesoro, dos compañeros peregrinos estaban por delante. Ambos habían seguido pedaleando hasta bien entrada la noche y habían plantado su vivac al lado de la antigua carretera militar. Formamos equipo e hicimos la mayor parte de la subida juntos, cruzando el túnel totalmente oscuro, parando en el punto de control para poner el último sello y continuando hasta la ubicación del tesoro, que fue revelada la noche anterior.
El tramo extra consistió en subir hasta los 2.800 metros de desnivel y encontrar cuál de las galerías de la fortaleza del Mont Jafferau era la correcta. Una docena de valientes peregrinos aceptaron el reto y fueron recompensados no solo con el tesoro en sí, compuesto por delicias locales, sino también con unas vistas espectaculares. Mereció totalmente la pena.
Misión cumplida, pero aún quedaba un largo camino hasta Puy Saint Vincent. Los que llegaron a primera hora de la tarde prepararon una mesa en el exterior con aperitivos y bebidas. Italia nos trató bien en cuanto a comida, pero fue agradable volver a saborear los platos de Anne. Todos los que llegaron a continuación se unieron a la fiesta de los finalistas, que duró hasta pasado el anochecer, ya que había mucho de qué hablar con los participantes con los que habíamos compartido el trayecto.
Para aquellos que a veces se preguntan si vale la pena pagar una entrada para un evento en lugar de recorrer la ruta uno mismo cualquier otro día, consideramos que Le Pilgrimage fue un claro ejemplo de un evento que va más allá de la parte ciclista. No nos malinterpretéis; las rutas y los paisajes, como ya os hemos explicado, fueron impresionantes y nos permitieron descubrir lugares en los que quizá no hubiésemos estado de no ser por este evento en concreto. Sin embargo, el apoyo de todos los implicados en la organización, la comodidad formada con el resto de participantes y las comidas de primera calidad con las que fuimos recompensados al principio y al final de cada día, justifican cualquier precio que uno pueda ver – si es lo suficientemente rápido – cuando se abran las inscripciones para la edición de 2025.