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Madrid to Barcelona 2025: Más allá de la opción fácil

La mayoría de quienes viajan entre Madrid y Barcelona optan por el tren de alta velocidad o un vuelo rápido. Eficiente, sí, pero poco memorable. Para darle un toque diferente, Pedalma ofrece una perspectiva radicalmente alternativa: recorrer en bicicleta el vasto y variado terreno entre las dos principales ciudades de España.

El fin de semana pasado, más de 100 ciclistas cambiaron autopistas y terminales por sinuosas carreteras secundarias, pueblos tranquilos y la belleza natural del centro y noreste de España. La ruta, que apenas se ha modificado desde su primera edición hace cinco años, no solo desafía la resistencia física, sino que invita a los participantes a conectar con paisajes y comunidades alejados de las rutas turísticas.

¿Qué hay entre ambas ciudades?

La edición 2025 del evento volvió a ofrecer una experiencia inolvidable. La ruta de este año abarcó 685 kilómetros con 7.000 metros de desnivel positivo, a cubrir en un tiempo máximo de 50 horas. Aunque en teoría no parezca excepcionalmente difícil, las altísimas temperaturas la convirtieron en todo un reto. ¿Hacerlo de una tirada? ¿Para para descansar la primera noche, e incluso la segunda? La distancia hizo que los participantes idearan diferentes estrategias, pero independientemente del plan inicial, el objetivo final era el mismo: llegar a la iglesia del Tibidabo en Barcelona.

Los participantes se alinearon en la pista de atletismo del Parque de la Vicalvarada en Madrid para la salida, que se dividió en diferentes tandas, la primera partiendo a las 10:30 h. Una vez fuera de la capital, comenzó la concatenación de carreteras secundarias. Los de cabeza se mantuvieron fieles a los principios de las carreras de ultradistancia y rodaron en paralelo, mientras que pequeños grupos se formaron más atrás.

Entre los primeros corredores que llegaron al punto de control inicial en Cifuentes, en el kilómetro 126, se encontraban los habituales como Ulrich Bartholmoes, pero también algunos inexpertos que tenían a los dotwatchers ocupados analizando su historial de carreras.

Había cuatro puntos de control adicionales a lo largo del recorrido, ubicados en lugares estratégicos para dar un incentivo moral a los participantes cuando más lo necesitaban. Pudieron ver pancartas que les daban la bienvenida en pueblos como Mequinenza y Belchite, y fueron animados por los organizadores mientras les sellaban la tarjeta de brevet.

Este año, gracias a las lluvias tempranas de primavera en toda la península, los campos estaban más verdes y deleitaron a los participantes con hermosos paisajes a lo largo de todo el desafío. Muchos mencionaron el valle del río Mesa como el punto más destacado de la ruta.

Tras dos tercios de la etapa, la batalla en cabeza se libraba entre Ulrich y Jesús Hernández, quien debutaba en una prueba de ultradistancia. Ya conocíamos su perfil y sus interesantes vídeos sobre nutrición ciclista, pero su actuación en la ruta de Madrid a Barcelona fue, sin duda, sorprendente. Como documentó Jesús tras la carrera, el dúo de cabeza rodaba en paralelo camino a la ciudad costera, pero él realizó una última aceleración en un tramo sin mayor dificultad que acabaría siendo decisivo.

Un renovado final

Uno de los pocos cambios en el recorrido de este año, pero muy relevante, fue la incorporación de una última subida al Tibidabo, en comparación con el tramo llano que conducía a la meta de años anteriores. Quienes viven en Barcelona quizá conozcan la subida de Molins de Rei a la iglesia como la palma de su mano, pero probablemente nunca la hicieron con falta de sueño y con 670 kilómetros en las piernas.

El castillo que domina la ciudad desde su punto más alto vio a los ciclistas finalizar su esfuerzo desde las 10 de la mañana del sábado, hasta la hora marcada por el límite de tiempo y más allá. Jesús fue el primero, tras tan solo 23 horas y 36 minutos. Tardó menos de un día en recorrer la distancia de Madrid a Barcelona. Impresionante.

Una vez más, este evento demostró la diferencia entre cómo los líderes viven un desafío de ultradistancia en comparación con el resto de los valientes. Jesús Hernández mencionó que, incluso con el pronóstico del tiempo favorable, tuvo que enfrentarse a una tormenta de varias horas. Gran parte de su escaso tiempo de parada lo dedicó a coser su manta térmica para poder rodar bajo la lluvia torrencial. En contraste, la mayoría de los participantes no vieron una gota de agua caer, pero indirectamente sufrieron las consecuencias de la tormenta. “Es increíble la cantidad de caracoles que nos encontramos en la ruta, dijo Maialen Zabala, la ultrarider chilena. Estos pequeños animales aparecen en condiciones de humedad, y esas carreteras secundarias fueron su punto de encuentro.

Cada participante cruzó la meta con una historia diferente que contar, y es que Pedalma Madrid to Barcelona es más que un evento ciclista; es un viaje que redefine lo que significa viajar entre dos ciudades, invitando a los ciclistas a redescubrir el espacio entre ellas.