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Nación Salvaje

Como Sol dice, la vida puede ser poesía o prosa, simplemente lo decides tú. Ella, junto a Javi, se decantaron por los sentimientos, las emociones, la belleza, la libertad, la aventura, el amor y la vida, y así formaron Nación Salvaje, un proyecto que combina viajes, aventura, deporte, naturaleza, fotografía y video documental: una mezcla de todo lo que los apasiona e inspira.

Sol y Javi se conocieron cuando tenían 19 años mientras se formaban, respectivamente, en cine documental y fotografía. En esa época tenían todo por delante y nada parecía imposible, eran rebeldes y se dejaban conquistar por sus sueños y pasiones. Aún y así, poco a poco fueron cayendo en el frenesí de la sociedad, tratando de “madurar” y encajar en un sistema de trabajo que les llevaba al miedo y la angustia constante. Eso no era lo suyo, no estaban cómodos con ese estilo de vida y dijeron: “¡Basta!”. En 2014, en busca de un cambio que les alejara de la ciudad y les acercara a la naturaleza se propusieron hacer un gran viaje en bicicleta: Ushuaia-La Quinaca por la Ruta 40. A los 30 años de edad dejaron sus trabajos y salieron de su caparazón de confort para afrontar una travesía de 6000 km en un total de más de 7 meses de punta a punta de Argentina. Así nació Nación Salvaje.

“Nación Salvaje representa todo lo que somos, pero también todo lo que queremos ser. Aún nos queda un enorme camino por descubrir y del cual poder aprender.”

En el momento que se plantearon la Ruta 40, Sol y Javi lo tenían claro, aunque habían viajado a dedo, en vehículo y practicaban montañismo y trekking, la bicicleta parecía la mejor opción. Viajar por sus propios medios, a dos ruedas y de modo autosufuciente permite mimetizarte con lo que te rodea. Te hace sentir vulnerable a la climatología y geografía del lugar, pero a la vez todo se vuelve tangible y cercano. Además, puedes recorrer bastas distancias al ritmo que prefieras y pararte donde te apetezca. Todo depende de ti, tus ganas, tu esfuerzo y tu ímpetu. La conexión directa con su alrededor, cada pedalada que les llevaba a la cima, el viento en la cara, la velocidad, la adrenalina, los músculos duros y la respiración agitada, eso es lo que les enamoró de la bicicleta en todas sus formas y posibilidades.

“Para nosotros la bici es ir pedaleando con fluidez con los brazos apoyados en el manubrio y la vista perdida en la ruta mientras el sol se esconde lentamente en la llanura de la estepa Patagónica.”

Movidos por la aventura se encontraron con la naturaleza en su más puro estado salvaje. Adentrarse en los páramos de la Ruta 40 les permitió ganar consciencia del mundo mientras se aventuraban en geografías salvajes y recorrían sus propios límites. Someterse a estas dificultades es lo que les aportó una profunda transformación de los conceptos y la perspectiva de ver el mundo. Así, el viento, las tormentas, el frío, la nieve, la altura, las montañas, la llanura, los desiertos, los atardeceres y toda su flora y fauna, son simples componentes de la naturaleza que te hacen replantear todo lo preconcebido y reencontrarte contigo mismo y el mundo. Porque es la naturaleza la que te permite obtener una muy simple y rotunda respuesta que solo se puede asimilar al experimentarla.

“Es en la naturaleza donde el hombre inevitablemente se choca con otra realidad y limitaciones, con lo vulnerable y pequeño de su existencia, pero al mismo tiempo es también en donde encuentra una fuerza distinta y poderosa que no es posible de lograr en otro lugar.”

Después de haber completado la Ruta 40 y haberse pasado más de un año viajando por Argentina, en 2015 se dieron cuenta que lo que más les atraía estaba apartado de esos lugares transitados con mucha gente. El estilo cicloturista convencional les había hecho muy felices, pero echaban de menos esos sitios agrestes y salvajes donde manda la naturaleza: la cordillera de los Andes. Entonces, Javi un día empezó a marcar todas las rutas que unían las vertientes este y oeste de la cordillera. Un total de 43 pasos entre Argentina y Chile, 43 cruces que se convirtieron en el proyecto que les transformó la vida. A día de hoy han completado 41 de los cruces (los cuales casi todos han completado entre octubre y abril, ya que en invierno están cerrados) y solo les queda el Paso Mosco (Santa Cruz) y el Paso Marconi (El Chatelén-Villa O’Higgins). El primero no lo lograron por un derrumbe de tierra, y el segundo requiere una expedición con bicicletas adaptadas para el tránsito glaciar. A parte de la experiencia personal, estas expediciones van a formar parte de un catálogo en su página web donde cada uno de los cruces va a ser narrado con detalle para hacerlo accesible a todo el mundo.

“Un día Javi agarró un mapa y comenzó a marcar los cruces de cordillera que nos gustaría hacer, [..] todos los pasos habilitados entre Argentina y Chile. Ni más ni menos que 43 cruces.”

De todos los cruces, se quedan con dos: la Puna y la Patagonia Austral. Por un lado, en la Puna te encuentras con un hábitat asombroso donde todo lo que te rodea es la inmensidad con sus volcanes y salares en altura, como si estuvieses en el inicio geológico del mundo. Por otro, la Patagonia Austral te brinda un clima de vientos imposibles y cielos inimaginables. Todo en una geografía ocre modelada año tras año por los ríos de agua esmeralda que bajan desde la cordillera. Aunque parezca vacía, la estepa no duerme sola y está poblada de guacanos, pumas, choiques y potros salvajes, todos vigilados por la atenta mirada del cóndor.

La cosa más inverosímil les sucedió en el paso Socompa, característico por su desolación debido a la dificultad del terreno. En 2016, mientras acampaban una noche en una estación de tren abandonada, les llamó mucho la atención ver pasar una camioneta que sigilosamente avanzaba con las luces apagadas. Al día siguiente, al llegar al puesto fronterizo de gendarmería, entre charla y charla, les comentaron sobre aquel vehículo y lo que prosiguió fue un alud de preguntas, llamadas por radio, un “gracias”, y una carrera a toda velocidad tal película de acción. Por la noche eso se llenó de patrullas, camiones, muchísimos gendarmes y una camioneta llena hasta el techo de marihuana. Habían ayudado a capturar unos despistados narcotraficantes que no se percataron que los dos ciclistas les habían visto.

“Eran Narcotraficantes que cruzan desde Bolivia y aprovechan lo desolado del lugar para pasar sin llamar la atención y nosotros, sin querer, habíamos sido parte del operativo.”

Nación Salvaje no se termina con Ruta 40 y 43 Cruces, aún es un proyecto en construcción que se va definiendo con cada aventura y experiencia. Por eso, no todo lo que hacen Sol y Javi es pedalear, en una de sus aventuras, junto a Andrés, decidieron hacer parte del descenso del río Santa Cruz en bote y bicicleta: bikerafting. Con la bicicleta cargada en la balsa mientras navegaban fueron descendiendo por el río, conectando con la naturaleza de otra forma. En momentos de viento intenso recogían la embarcación y les tocaba pedalear por una ruta paralela. En total fue un descenso de 385 km en 12 días, combinando tierra y agua, en el que pudieron disfrutar de esa agua esmeralda y su entorno, todo esto antes de que construyan dos megapresas que lo destruyan el río y su ecosistema.

“Los ojos atentos y profundos de un Guanaco en la estepa, el torrente compulsivo e incierto del agua que fluye. Éramos ya, y para siempre, un pedazo de río.”

Después de tantos viajes y expediciones Sol y Javi ya son dos expertos en bikepacking y por eso, cuando emprendemos un viaje en bici, nos pueden aconsejar sobre que llevar con nosotros, primeros auxilios o el hecho de pedalear en altura. También organizan clínicas de ciclismo de aventura donde nos pueden contar todos esos trucos que solo te da la experiencia.

Con la intención de cambiar y escapar de lo convencional crearon Nación Salvaje. A lo largo de estos años sus aventuras han atravesado fronteras, cimas, cordilleras, llanuras infinitas, ríos… y el proyecto aún sigue vivo. Porqué a Sol y a Javi les gusta su vida, en la que cada día se sorprenden de lo que les rodea y porqué este estilo de vida les recuerda que existen. Así pues, el proyecto sigue adelante con sus aventuras, descubrimientos y expediciones de las que todos podemos aprender. ¿Dónde les llevará el próximo viaje?

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