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Vergüenza

Eritropoyetina, Somatotropina, Testosterona… Cuando no hemos estudiado medicina y conocemos o nos suenan estas palabras por el simple hecho de ser aficionados al ciclismo, solo se nos viene a la mente una palabra: vergüenza.

La ciencia al servicio del deporte, llevar el entrenamiento, el descanso o el umbral de esfuerzo a límites poco humanos. Aplicadas por los propios atletas (y, lamentablemente, cada vez más amateurs y aficionados), médicos (de escasa talla moral), preparadores (que juegan a ser médicos), esta lacra vergonzosa lleva ligada al deporte ya demasiado tiempo.

El ciclismo en particular siempre ha estado en el punto de mira por el uso de sustancias dopantes, y de forma justificada.

Podemos remontarnos a 1967, cuando un tal Tom Simpson se desplomaba de su bicicleta Peugeot mientras ascendía el Mont Ventoux en la edición del Tour de Francia de ese mismo año. El consumo de anfetaminas no era nuevo, desde su uso en la primera gran guerra era conocido sus efectos de euforia y ausencia de cansancio, pero la desgracia de Tom fue la de ser pionero en fallecer como consecuencia directa del uso del dopaje.

A raíz de este hecho nacieron los primeros controles antidoping, no debía asociarse el deporte a muerte… ¿Quién iba a patrocinarlo entonces? Pero los tramposos siempre van un paso por delante, el dopaje se sofisticó, nuevas sustancias aparecieron y ellos se volvieron más precavidos.

Podríamos hablar de casos como el Festina, el caso “particular” de Armstrong, la operación Puerto (España, esto merece capítulo aparte), autenticas tramas de obtención, distribución y control de sustancias prohibidas que tambalearon los cimientos de este hermoso deporte hasta el punto de poner en jaque pruebas como el Tour. El daño que ha hecho y sigue haciendo el doping al ciclismo es evidente, la huida de grandes patrocinadores evidencia un estigma que costará muchos años borrar. El goteo de positivos nunca ha cesado y no parece que a corto plazo vaya a hacerlo.

En los últimos tiempos, para más inri, se están observando positivos en competiciones amateur e incluso privadas. El caso de doping detectado en la última carrera del Red Hook Series de este año evidencia dos cosas, el profesionalismo que ha alcanzado la liga de critériums que acerca el fantasma de posibles casos, y que las trampas no son solo cosa de los más grandes.

La dirección de famosas pruebas ciclo-turistas, sí, habéis leído bien, ciclo-turistas, se están planteando realizar controles antidopaje después de que sus participantes reconocieran en encuestas anónimas haber consumido sustancias ilegales para mejorar su rendimiento.

Desde RAW Cycling Magazine, creemos en el ciclismo como algo más que un deporte, una forma de vida, pero al escribir estas líneas no podemos sentir mas que vergüenza.

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