Click here to switch to English

Relatos de carreras a puerta cerrada

Un año más, no había puestos de patatas, ni música belga a todo volumen. Los equipos llegaban al emplazamiento de la carrera, los corredores salían a hacer su trabajo, y los fotógrafos podían pasear libremente por todo el recorrido en busca del mejor ángulo sin tener que lidiar con hileras de aficionados detrás de las vallas.

Los ciclistas que competían por primera vez en Bélgica acababan con una sonrisa de oreja a oreja porque, a pesar de la falta de gente animando, ya de por sí los circuitos eran espectaculares y el nivel de competición muy alto. “Verás cuando compitas delante de miles de aficionados”, decían algunos a los novatos. No estaba siendo una temporada representativa del verdadero ciclocross, pero estaban haciendo lo que siempre habían deseado.

Ya que Año Nuevo caía en mitad de una semana en la que se concentraban varias carreras, todos aquellos que cambiaban de proveedor de material las pasaban canutas para tenerlo todo preparado para el 1 de enero en Baal. “Si en la última carrera del año ves alguna camper totalmente blanca, sin rotulación, es porque en ese equipo van a cambiar de patrocinador” nos dijeron. El hecho de que los contratos esten basados en año natural es un problema tanto para los equipos de carretera como sobre todo los de ciclocross, pero a día de hoy no hay otra que adaptarse y minimizar los efectos de un cambio de material tan precipitado.

Varios eventos eran exclusivos para la categoría élite, así que muchos jóvenes se vieron precipitados a competir contra gente mucho más experimentada. Ciclistas procedentes de países tan lejanos como Estados Unidos apenas completaban un tercio de la carrera antes de ser cortados. Ante esta situación uno se podría preguntar si el esfuerzo, tanto económico como físico, vale la pena, pero sin necesidad de hablar con ellos sabíamos que sí. ¿Cuánta gente tiene la oportunidad de presenciar en primera persona la época dorada del CX neerlandés? ¿Quién no querría ser cortado por Van Aert?

Los fotógrafos estaban expectantes de vivir al pie del cañón varios enfrentamientos entre el belga y Van der Poel, pero se tuvieron que conformar con verles competir juntos una carrera y media. El maillot arcoíris abortó su temporada por problemas de espalda, pero aún así había motivos más que suficientes para sacar partido al pase de fotógrafo día sí y día también. El dominio de Lucinda Brand en la categoría femenina, las aventuras del carretero Heinrich Haussler, los buenos y malos momentos de Thibau Nys… Cada carrera tenía su propia narrativa.

Por mucho que las carreras fueran oficialmente sin público, era difícil evitar que los aficionados encontraran un hueco en el que ver la carrera y a la vez cumplir las normas. Las terrazas de las viviendas que se encontraban adjuntas a los circuitos se convertían en improvisados palcos VIP. En el circuito de Heusden-Zolder hay un restaurante cuya terraza comunica directamente con el trazado de F1, así que todos los comensales pudieron ver la carrera desde ahí tras el postre. En otros casos, había gente que cruzaba bosques enteros para colocarse en el único hueco no tapado por las vallas.

La mayoría de equipos no andaban cortos de material, con campers y coches en los que dar cabida a los ciclistas, equipo de apoyo, bicicletas, material de repuesto, y demás. Aún así, su chiringuito no era nada en comparación con el despliegue de poderío de Jumbo-Visma e INEOS Grenadiers, que trajeron camiones y autobuses para ofrecer el máximo confort a Van Aert y Pidcock, respectivamente. Los mayores damnificados de su opulencia fueron los responsables de los aparcamientos, que sudaron la gota gorda para conseguir que todos los equipos tuvieran un hueco lo más cercano posible al circuito.

Se respiraba un ambiente distendido allá por donde fuéramos. Comentarios como “vaya diferencia con el circuito de ayer” o “ aquí se come mejor” eran frecuentes al encontrarnos con miembros de equipos, prensa, o fotógrafos. Varios ciclistas pasaban a saludar a compañeros de fatigas, mecánicos de diferentes equipos compartiendo desayuno, y el sonido de los rodillos se hacía notar aún más ante la falta de aficionados que en otros momentos se acercaban a ver a los ciclistas calentar.

Una vez las diferentes carreras se daban por iniciadas, la voz lejana del comentarista in situ nos guiaba para saber cuánto faltaba para que los corredores llegaran al punto en el que nos encontrábamos en ese momento. Al pasar por nuestro lado, su profundo respirar iba en sintonía con sus gestos de esfuerzo, y el obturador de las cámaras no paraba de sonar hasta que les perdíamos de vista.

Las carreras de febrero en Bélgica volverán a abrir las puertas para los aficionados, y aunque tras el Campeonato del Mundo en los Estados Unidos muchos darán su temporada por finalizada, aquellos que continúen compitiendo podrán sentir el calor del público que tantas ganas tenía de volver a vivir una carrera en directo.