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The Traka 360: montaña rusa de emociones

El pasado fin de semana se ha celebrado una nueva edición de The Traka, en Girona, y ha sido muy especial por varios motivos. El primero y más destacado, el regreso de los eventos, las competiciones, y nuevos retos. Por otro lado, nos hemos vuelto a poner un dorsal, cosa que nos encanta y nos emociona tras tantos meses de restricciones y confinamiento. Y, por último, la satisfacción de afrontar un nuevo reto en la disciplina de larga distancia y completarlo con éxito.

Para esta ocasión, estuvimos presentes junto a nuestro amigo Ismael López, con el cual ya hemos compartido algunas aventuras antes (y las que quedan por venir). A pesar de que tiene una gran experiencia compitiendo, afrontaba su primera prueba de resistencia: The Traka 360. Un evento que transcurre en su mayor parte por pistas y que recorre algunos de los parajes más bonitos de la provincia de Girona gracias a sus 360 km de distancia.

La gran organización, de manos de Klassmark y todo su equipo, ha sido clave para poder llevar a cabo satisfactoriamente un evento de esta magnitud (cuatro carreras distintas con distancias de 60, 100, 200 y 360 km, durante todo el fin de semana) en un escenario en el que, desafortunadamente, a día de hoy, aún vivimos.

A continuación, Isma nos relata en primera persona cómo fue su experiencia de principio a fin, afrontando un gran reto tanto físico como mental.

Mi primera experiencia en larga distancia

Nunca había pedaleado más de ocho horas y media. En The Traka pasé más de dieciséis horas encima de la bicicleta.

Todo fue distinto. Acostumbrado a preparar competiciones de poco más de cuatro horas en carretera, todo era una novedad. Semanas previas a la carrera, empecé a gestionar todo lo que necesitaría: bicicleta, bolsas, herramientas y recambios, comida… Tengo la suerte de estar rodeado de personas que, con una sola llamada, no dudaron en ayudarme con el proceso de preparación.

Hablé con Toni, quien cuenta con experiencia en este tipo de pruebas y me dio varios consejos realmente necesarios a la hora de afrontar una distancia tan respetuosa. Y es que para recorrer los 360 km hay que tenerlo todo bajo control, minimizar los riesgos, y tener las herramientas para poder resolver cualquier averia mecánica, o sobreponerse a una situación de crisis física e, incluso, mental.

Lo tenía todo listo. A las seis de la mañana y todavía a oscuras, daba inicio la prueba reina. Un largo día por delante de ruta y navegación, en el que acabaríamos sumando casi 5.000 metros de desnivel positivo.

Durante los primeros kilómetros el grupo aún era grande y era fácil resguardarse dentro de él, pero decidí buscar una posición en la cabeza de carrera y evitar riesgos, confiando siempre en mi navegación y viendo, de primera mano, el terreno. No quería fallos ni sorpresas, todo acababa de empezar.

Cerca del kilómetro setenta, Freddy Ovett del equipo Legion of L.A., en un pequeño puerto de carretera de poco más de dos kms, decidió incrementar el ritmo lo que provocó que el primer grupo se redujera hasta dejar solo siete participantes.

En el kilómetro cien, nos encontramos con la primera ascensión seria, y es ahí donde me di cuenta de que tenía que coger mi ritmo y dejar el grupo de cabeza marcharse. A partir de ese momento, empezó la aventura de verdad. Nos adentramos en la Serra de l’Albera en dirección al Cap de Creus. El terreno pasó a ser más rocoso y técnico con lo que anduve con más cuidado para evitar un pinchazo o, aún peor, rajar el neumático.

“Mientras escribo este relato y reviso el mapa, me doy cuenta de que la subida donde tuve el primer bajón físico acababa en una finca llamada “Mas Patiràs”. Patiràs, traducido del catalán al castellano, sufrirás.“

Alrededor del kilómetro ciento veinticinco sufrí mi primera crisis. Tuve que bajar el ritmo e incluso poner pie a tierra para rellenar un bidón con sales minerales que me bebí en dos tragos por tal de evitar una inminente y temida ‘pájara’. Por suerte, conseguí rehacerme y puse dirección al Cap de Creus, llegando al mar por Llançà, siguiendo la costa hasta el Port de la Selva y adentrándonos al parque natural por sus pistas para llegar hasta el emblemático pueblo de Cadaqués. Una vez allí, la ruta continuaba hasta Roses a través de la costa y acompañados siempre por el mar mediterraneo. Sin lugar a dudas, esos 40 kms de pistas y caminos fueron espectaculares, con unas vistas únicas y que recomendaría a cualquier persona.

Dejábamos la zona montañosa atrás y pasábamos a un terreno llano repleto de pistas rápidas que, con un punto de viento, no se hicieron del todo cómodas. Aún así, me encontré bien tratando de avanzar lo máximo posible y quitarme kilómetros de encima, en solitario, pasando por Els Aigüamolls de l’Empordà, Sant Pere Pescador, l’Escala, Torroella de Montgrí y encarar dirección la Bisbal de l’Empordà para buscar el inicio de la ascensión a Les Gavarres.

Subiendo los 8 kilómetros de la subida “als Metges”, llegó la segunda crisis del día. Cada rampa que me encontraba me suponía un esfuerzo fuera de lo habitual. Me empezaba a faltar desarrollo, monté un plato de cuarenta y cuatro dientes y mi piñón grande era de cuarenta y dos. Buscaba ese piñón extra, pero ya no había más y solo quedaba una opción: retorcerse y pasar ese momento como fuese.

Conseguí coronar y ya “solo” quedaban ochenta kilómetros para llegar a meta. Dos vasos de Coca-cola y revisé el perfil del último sector. Al ver que quedaba un tramo relativamente cómodo, me vine arriba, fue como volver a empezar el día. El cuerpo se rehizo y las piernas volvieron a tener fuerza. Lo complicado estaba hecho y tocaba rematar el día de la mejor manera.

Tocaba encender luces y tratar de estar más atento al terreno. Los reflejos eran los justos y cualquier despiste se podía pagar caro. Ningún momento era bueno para tener fallos, pero a esas alturas, con más de trescientos kilómetros en el cuerpo, cualquier imprevisto hubiera sido un golpe duro.

Ya estaba todo prácticamente hecho y las ganas de llegar eran enormes. Sobrepasamos la noche, por suerte fue poca en mi caso y pude llegar a meta a las 22h 07m del mismo sábado.

Al cruzar el arco de llegada, me esperaban Júlia y Albert que, después de estar todo el día siguiéndome en diferentes puntos del recorrido para poder documentar esta historia a través de imágenes, allí estaban para recibirme con una gran sonrisa y un abrazo que supo a gloria. Ellos también son héroes.

Me gustaría agradecer a todos aquellos que me han ayudado en esta aventura, en especial, a Júlia, mi pareja, que me ha apoyado en todo momento. A mis amigos, Brazo de Hierro que no dudó ni un segundo en apuntarse y acompañarme en este reto, y al chef Mario Martínez que gracias a las ingestas variadas y de calidad que cuidadosamente me preparó amenizaron el plan de nutrición durante toda la carrera y mi estómago se lo agradecerá siempre.

Sin olvidar a toda la organización de Klassmark, con Gerard a la cabeza, que hicieron, hacen y harán un trabajo de diez.

Esta es mi primera experiencia en una prueba de ultra distancia. La he disfrutado y estoy feliz por poder contaros esta historia a través de RAW Cycling Mag.

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