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Touch and Go: Mallorca

Es muy probable que nuestro afán por innovar y crear proyectos diferentes se pueda catalogar en algún rincón del planeta como enfermedad incurable, pero no nos importa. Nos encanta desviarnos del camino establecido, coger nuestro propio sendero, arriesgar, esforzarnos y poner toda la carne en el asador. Por esta, y otras muchas razones, decidimos sacar a la luz Touch and Go.

Hoy en día, los ciclistas profesionales pasan cada vez más tiempo fuera de casa ya sea viajando para carreras o realizando concentraciones con sus equipos. Sin embargo, muchos de nosotros tenemos obligaciones que nos lo impiden. Pese a ello, creemos que sigue siendo posible montar en bicicleta fuera de nuestra zona habitual a través de viajes exprés, y este proyecto es una buena prueba de ello.

Como punto de partida de Touch and Go, propusimos la  idea de ir a Mallorca a hacer una ruta durante un solo día. Coger un ferry nocturno, amanecer en la isla al día siguiente, recorrer 200 km y volver esa misma noche de nuevo en barco. Suena tan loco como atractivo, y la verdad es que además de ser una magnífica manera de visitar la isla, es una buena forma de compartir la experiencia con gente nueva y añadir a tu memoria otra aventura inolvidable.

Primera edición

Para ser la primera vez que organizamos algo como esto y contando con el tiempo justo para llevarlo a cabo, estamos más que satisfechos con el gran resultado.

Formamos un grupo de 20 personas y zarpamos un sábado por la noche desde el puerto de Barcelona con destino a Palma de Mallorca. La previsión meteorológica no era nada buena. De hecho, un temporal acechaba la isla y no había parado de llover durante toda la semana. Pese a ello, decidimos seguir adelante.

Ya con un pie en Palma, todo se veía de otra manera. El día nos recibió medio nublado pero sin agua por el momento. Arrancamos en dirección a Alaró donde los chicos de Cycling Planet nos esperaban para un buen desayuno y un sabroso café.

Desde allí, nos adentramos en la Serra de Tramuntana a través del Coll de Sóller (6.8 km con una media del 4.6%). Al inicio del puerto empezó a caer una lluvia fina que poco tardó en convertirse en más abundante y pasadas tres curvas nos dejó empapados de arriba a abajo. Coronamos sin detenernos y nos dejamos caer hacía la otra vertiente, donde nos reagruparíamos en algún lugar bajo techo.

En la primera gasolinera que encontramos nos detuvimos para coger los atuendos correspondientes para un día de agua como el que se nos había venido encima. Tenemos que decir que, a pesar de que éramos muy conscientes de que ese día teníamos muchas probabilidades de mojarnos, al salir del ferry y ver la mejora de la previsión tuvimos esperanzas de salvar la expedición completamente secos. Obviamente, nos equivocamos.

Una vez equipados y sin apenas lluvia, iniciamos el ascenso al Puig Major, la montaña más alta de las Islas Baleares (1.445 m). Cuenta con unos 14 km al 6% y, pese a no ser especialmente dura, es una ascensión que si se hace a ritmo alto, acaba siendo exigente. La disfrutamos mucho y, a medida que nos acercábamos a la cima, aparecieron los primeros ataques del día entre los integrantes del grupo de cabeza.

Tras reagruparnos una vez arriba, optamos por hacer una parada para comer antes de afrontar otro de los grandes highlights del día: Sa Calobra. Llevábamos cerca de 80 km y la lluvia nos brindó un segundo asalto. Refugiados bajo un túnel con hermosas vistas al Gorg Blau y con escalofríos provocados por el agua y el frío, comimos un improvisado plato de pasta y recuperamos algo de fuerzas para afrontar la segunda parte de la ruta.

Nos gustaría destacar al grupo que, en todo momento, y a pesar del agua que iba y venía, mantuvo siempre un gran actitud y positivismo. Las risas, el compañerismo y el cachondeo no faltaron en ningún momento y eso facilitó mucho las cosas.

Calamos de nuevo los pedales y arrancamos en dirección a una de las carreteras más bonitas del mundo. El día no era el que mentalmente nos imaginábamos descendiendo esa carretera, pero una vez allí, nada nos iba a impedir disfrutarlo. Bajamos cuidadosamente curva a curva, entre hipnotizados por la belleza del lugar y concentrados para salvar caídas innecesarias.

Una vez a nivel de mar, en Sa Calobra, hicimos un recuento rápido para asegurar que estábamos todos y empezamos a deshacer el camino para enfrentarnos a los 10.5 km al 6.7% de desnivel medio que nos esperaban. Por suerte, la lluvia nos daba un respiro.

Eran cerca de las 15:30 y mentalmente estaba casi hecho. Habíamos coronado Sa Calobra, el tercer ascenso de un total de cuatro, y nos disponíamos a poner rumbo a Pollença, al noroeste de la isla, donde realizaríamos el último avituallamiento. Desde allí también decidiríamos quiénes abordarían la última parte de la ruta y quiénes optarían por esperar en Alcúdia.

Nos quedaba aproximadamente una hora de luz, y teníamos el tiempo justo para llegar al Cap de Formentor antes del atardecer. Dividimos el grupo y retomamos la ruta. Desde Pollença son unos 18 km y 550 m de desnivel positivo acumulado para la ida, y para volver hay que hacerlo por el mismo camino. El cansancio estaba presente y las reservas de comida ya empezaban a escasear. Decidimos poner un ritmo que fuese bien para todos y así mantener un único grupo. La carretera, una vez más, es espectacular y las vistas a medida que te acercas al faro son mágicas. Si a eso le sumas que estaba atardeciendo y que el cielo se había despejado, no se nos ocurría un lugar mejor en el que estar en ese momento.

A falta de 7 km para alcanzar nuestro objetivo nos topamos con una barrera y un cartel de carretera cortada. Tuvimos nuestras dudas, pero estábamos tan cerca que finalmente optamos por aventurarnos y arriesgarnos a ser sancionados. Minutos más tarde, nos encontrábamos sonrientes y felices en el punto más septentrional de la isla de Mallorca, el Cap de Formentor.

Nos quedaba la vuelta, y el último tramo hasta Alcúdia acompañados por la oscuridad de la noche y la única luz de nuestros focos. La parte positiva era que lo habíamos conseguido, y que en menos de una hora estaríamos todos juntos con ropa seca, sin pasar frío y cenando pizza. Nada mejor para poner el broche de oro a un día inolvidable rodeados de gente maravillosa.

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