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Resumen de Among the Giants Ötztal Valley

Ahora que la cuarta edición de Among the Giants ha terminado, que ya estamos algo recuperados de todos esos días en el Ötztal Valley, y que ya hemos seleccionado y editado las fotos y videos de nuestro viaje, estamos ansiosos de mostraros nuestro resumen de la experiencia vivida.

Día 1 | Bienvenida

Para varios de nosotros era el primer viaje al extranjero en muchos meses, y el entusiasmo estaba mezclado con el estrés de viajar en un fin de semana en el que la mayoría de la gente acostumbra a empezar sus vacaciones.

Aprovechamos el tiempo de espera para presentarnos a los participantes que acabábamos de encontrar y, pudimos percibir las ganas que teníamos todos de llegar a Austria para empezar la aventura que llevábamos tanto tiempo esperando.

Ya fuese en avión o en automóvil, la mayoría de los participantes ya habían llegado a Längenfeld a la hora de la cena, acomodados en sus respectivas habitaciones, con las bicis ya listas para rodar y esperando a que llegara el momento del primer encuentro formal. Era también el turno del briefing oficial, en el que se hacía una introducción de lo que nos íbamos a encontrar en los próximos días y donde todos tuvimos la oportunidad de presentarnos al resto del grupo.

Se podía sentir una mezcla entre expectación, nervios y ganas de que la acción diera comienzo entre las miradas de la gente. Por fin, pudimos ver a ese grupo, con perfiles tan distintos y una gran representación femenina, allí sentados alrededor de la mesa atentos a lo que se explicaba. Significaba que lo habíamos conseguido, que lo más duro ya estaba hecho, y estábamos realmente orgullosos de ello.

Día 2 | Ötztal Glacier (ver detalles de la ruta)

Programamos el desayuno a las 7:30 y nos pusimos a ver el pronóstico del tiempo mientras nos preparamos para el día que teníamos por delante. Las condiciones prometían ser desafiantes, ya que una tormenta atravesaba Europa y no había forma de evitarla.

Todos nos llenamos los bolsillos del maillot, nos pusimos todo que pudimos, incluyendo ropa para la lluvia y cubrebotas, y subimos a la carretera más alta de los Alpes, la Ötztal Glacier Road. Lo único que sabíamos de antemano era que no solo tendríamos que luchar contra el mal tiempo y la altura, sino también contra el desnivel de la subida.

Cuando salimos de la casa la lluvia ya era intensa, y nos dirigimos hacia el sur por la carretera principal que cruza el valle en dirección a Italia. Tras unos 20 km en suave pendiente llegamos a Sölden, donde daba inicio el plato fuerte del día: una ascensión de alrededor de unos 10 km con una pendiente media del 11%.

La lluvia no paró durante toda la subida y, a pesar de que en los primeros kilómetros no pudimos ver demasiado a causa de la espesa niebla, poco a poco el paisaje y los primeros “gigantes” aparecieron de forma sutil y misteriosa de entre la bruma. Al principio, la pendiente rondaba el 13%, y solo dos falsos llanos cortos en toda la subida nos permitieron descansar un poco. Rápidamente nos dimos cuenta de cuál de los participantes estaba en un nivel similar al nuestro y el conjunto se dividió en grupos más pequeños. A pesar del frío, el esfuerzo por seguir avanzando nos permitió mantener el calor, y después de más de una hora de ascenso llegamos a la cima. No pudimos disfrutar de las vistas todo lo que nos hubiese gustado, pero pudimos vislumbrar el glaciar, sus laderas heladas y los remontes de la estación de esquí. La lluvia fue más fina, pero a 2.898 m de altitud, las temperaturas fueron mucho más frías, con 4ºC en la cima.

Los primeros en llegar se refugiaron en el restaurante de la estación de esquí mientras esperaban a los demás, y un poco de café caliente, pretzels y patatas fritas fueron nuestra comida para calentar. Una vez reagrupados, un pequeño grupo decidió aventurarse a atravesar el túnel que conecta el Glaciar Rettenbach con el Glaciar Tiefenbach, mientras que el resto optaron por esperarles y recuperarse del frío. A la vuelta, descendimos todos juntos de nuevo hacía Sölden, tratando de guiarnos con el track del GPS en lugar de mirar hacia adelante, ya que la niebla no nos permitía ver más a de una decena metros frente a nosotros.

Una vez abajo, la lluvia había cesado y nos daba un respiro, aunque las nubes seguían cubriendo el cielo y amenazaban con volver mientras nosotros continuábamos rumbo al sur. Pasamos por unos pueblos y túneles que nos dieron la sensación de abrigo. Rodamos a lo largo del río Venter Acher, que abrió el camino hacia el punto en el que teníamos planificado darnos la vuelta, un interesante puente colgante unos kilómetros más allá del pintoresco pueblo de Vent.

Nos detuvimos para reagruparnos, y mientras lo hacíamos empezaron a caer algunas gotas. Por suerte para nosotros, solo quedaba un largo descenso. A medida que llegamos al pueblo, nos sentimos bastante agotados y aunque la ruta era teóricamente un poco más larga, extendiendo la ruta a algunos pueblos vecinos, decidimos comprar algo de comida en el supermercado local y regresar a casa. El día, lluvioso y frío, nos había dejado cansados, ​​y lo único que queríamos era una ducha caliente. Después de eso, todos fueron risas y anécdotas. Necesitábamos hablar, discutir y compartir cómo nos sentimos, ya que fue un día duro pero gratificante.

Sin embargo, el día aún no había terminado, ya que después de unas cervezas caseras traídas desde Stuttgart por cortesía de Focus, nos dirigimos al restaurante del reconocido Hotel Stern para degustar la cocina local. Desde Visit Austria nos ayudaron en todo momento con el viaje, y esa noche hicieron de anfitriones en una experiencia culinaria que nos encantó.

Día 3 | Kühtai y Hahntennjoch (ver detalles de la ruta)

Después del épico día que habíamos vivido en nuestra primera jornada de bici en Austria, todos nos despertamos ansiosos por volver a la carretera, y esta vez, sin una lluvia que nos calara hasta los huesos. El día estaba nublado pero había esperanzas. Durante el briefing del día nos explicaron con detalle la ruta que llevaríamos a cabo y las dos cimas importantes que nos esperaban, Kühtai y Hahntennjoch, lo que resultaría en unos 130 km y un total de 3.500 m de ascensión.

Nada más llegar a la carretera principal del Valle de Ötztal el tráfico era intenso, pero como era en tendencia descendente pudimos llegar rápidamente al inicio de la subida en Oetz. La primera parte era bien empinada, al igual que el resto de la subida, con algunas partes intermedias que nos permitirían coger aire y descansar brevemente. Cuando empezamos a subir pudimos apreciar el paisaje que forma este precioso valle y que, desafortunadamente, no habíamos podido ver el día anterior. Subimos la montaña como un rastro de hormigas, una detrás de la otra. El Kühtai estaba lleno de vacas, lo que lo hacía más agradable. Después de reagruparnos varias veces llegamos a la cima, con unas vistas impresionantes del lago y una temperatura más cálida debido a un poco de sol que aparecía detrás de las nubes.

Iniciamos el descenso deshaciendo parte del recorrido que habíamos hecho hasta llegar a un cruce que nos permitía desviarnos y coger una carretera que nos acercaría a la segunda parte de la ruta. La bajada nos llevó por un camino sinuoso rodeado por un denso bosque, que de repente se abrió a un inmenso valle, y todos quedamos hipnotizados por los altos picos que se encontraban enfrente nuestro.

Después de algunos kilómetros por la carretera nacional, con algo más de tráfico del que esperábamos, llegamos a Imst. Todos estábamos hambrientos y sedientos, así que decidimos de forma unánime hacer una parada y repostar en una de las panaderías locales. Si algo es cierto es que nunca tendríamos que preocuparnos por el agua, porque había una gran cantidad de cascadas debido al deshielo ininterrumpido de la nieve de los últimos meses, y el agua de las fuentes de los diferentes pueblos era realmente fresca.

El clima no era prometedor y las tormentas previamente pronosticadas comenzaron a formarse en los picos de las montañas. Sabíamos que nos mojaríamos de un momento a otro, y discutimos un plan alternativo en el que nos daríamos la vuelta, incluso sin llegar a coronar, tan pronto como sintiéramos que no se puede llegar a la cima, ya sea por la lluvia o las fuerzas restantes.

La primera parte de la subida fue desafiante, con muchos coches, lluvia y un camino con gran pendiente. Las piernas comenzaban a sentirse considerablemente cansadas y el grupo se dividió rápidamente. A pesar de que nos estábamos mojando, podíamos ver el cielo azul a ratos, por lo que estábamos seguros de que en algún momento dejaría de llover. Circulamos al lado de picos rocosos y campos verdes, y cuando vimos la cima de la subida tras una de las numerosas curvas, sonreímos inconscientemente y completamos los últimos metros con energías renovadas. Los primeros en llegar no sabían si los demás se habrían rendido en algún punto del ascenso, pero cuando nos dijeron que todos seguían en ruta, más rápidos o más lentos, en camino a conquistar el Hahntennjoch, nos alegramos muchísimo y nos preparamos en la cima para recibir al resto del grupo. Pudimos estar unos minutos charlando junto al letrero a 1.894 m de altitud, porque afortunadamente el sol brillaba en ese momento.

Una vez de regreso en Imst, la ruta planificada en komoot nos llevó por algunas carreteras secundarias, y luego decidimos tomar un carril bici alternativo que nos llevaría hasta casa. Quizás era más duro que la carretera principal, ya que era un constante sube y baja, con muchos cambios de dirección y algunas secciones de grava, pero ciertamente era más pintoresco y tranquilo, pasando a través de hermosos bosques, campos, granjas y pequeños pueblos.
En ese momento, las risas no abundaban y la gente solo quería llegar a casa y comer. Llegamos sobre las 18:00 y preparamos un snack a media tarde que hizo que todos volvieran a sonreír. Después de eso, llegó la ducha obligatoria, la cena con su respectiva sobremesa y, por fin, el momento de descansar todo lo posible de cara al día siguiente.

Día 4 | Timmelsjoch (ver detalles de la ruta)

Esta fue la tercera y última gran ruta del equipo. Las piernas se sentían cansadas pero los ánimos y la motivación seguían por las nubes. Era el esperado día de conquistar el respetado Timmelsjoch por sus dos vertientes. Todos estábamos expectantes por afrontar la famosa subida y llegar a Italia, con la idea de descender al país vecino y volver a subir por el otro lado.

A primera vista el clima era prometedor y el pronóstico estaba de nuestro lado, al menos, hasta el mediodía que tal vez si podía dar aparición nuestra amiga la lluvia. A estas alturas del viaje, un poco de agua no nos iba a detener. Después de todo lo que tuvimos que sufrir en días anteriores, poder completar las primeras horas sobre terreno seco ya era todo un logro.

Cuando empezamos la ruta nos adentramos en la carretera principal, y con una temperatura relativamente fría, poco a poco nos acercamos al inicio de la subida. Marcamos el inicio no oficial de la escalada en Sölden, y las verdaderas rampas comenzaron en Zwesielstein, con algunas secciones duras que desmigaron poco a poco al grupo. Era día para que cada uno pusiera su ritmo y administrara bien las fuerzas, dada la longitud de la subida. El paisaje, que constaba de altas montañas y un pequeño río que bajaba por la ladera, nos amenizó un poco la ascensión.

A mitad de camino de la ascensión de 25 km llegamos a un peaje en el que había un gran mirador. Allí las vistas del valle eran espectaculares y nos permitieron recorrer con la mirada todo lo que habíamos subido hasta ese momento. Sin embargo, aún quedaba una gran parte. Desde el peaje, bajamos un poco, y de repente la última parte del Timmelsjoch apareció frente a nosotros como una pared, haciéndonos sentir enanos. No pudimos ver la cima, que estaba oculta por algunas nubes, pero sí el camino nos llevaba hasta ella.

Comprobamos en primera persona los cambios de temperatura con los que te azota la alta montaña. El paisaje era imponente y el cielo amenazaba de nuevo pero ya nada podría pararnos. Algunas ovejas aparecieron junto a la carretera y se las veía cómodas a pesar de las bajas temperaturas y el escarpado terreno. Estábamos casi en la cima, pero una espesa niebla nos absorbió de repente, haciendo que apenas viéramos hacia dónde íbamos. Cada una de las últimas curvas tenía un letrero que mostraba la altitud a la que estábamos, y esa era nuestra única pista para orientarnos y poder estimar la distancia que nos quedaba por recorrer hasta la cima. El Timmelsjoch se encuentra a 2.509 m de altura, así que era cuestión de intentar adivinar lo que quedaba.

Tras recorrer los últimos metros y alcanzar finalmente el cartel de Timmelsjoch o, como se le conoce por la parte Italiana, Passo Rombo, la satisfacción y alegría nos invadieron. Sin muchos rodeos y con el fín de no coger frío, decidimos ponernos a cubierto en el bar que hay en la cima, comer algo y prepararnos para el descenso.

Sin embargo, no estábamos seguros de qué camino tomar. El tiempo no era prometedor y, mientras lo discutíamos, empezó a llover. Dadas las limitaciones de tiempo y recordando los tiempos difíciles bajo la lluvia de los días anteriores, todos optamos por no poner en riesgo al grupo y regresamos a casa.

Descendimos cuidadosamente por la carretera mojada, con gotas de lluvia que se sentían como agujas y escalofríos por todo el cuerpo. Cuando llegamos de vuelta al peaje, nos advirtieron sobre una tubería de gas rota que había bloqueado la carretera en Sölden y nos iba a impedir llegar a casa. Dudamos, pero decidimos continuar con la esperanza de encontrar todo despejado para cuando llegáramos.

En las proximidades de Sölden , había un gran atasco y algunos bomberos intentaban liberar la carretera. Afortunadamente, en la bicicleta, pudimos tomar un desvío rápido por un tramo sin pavimentar y continuar nuestro descenso.

Llegamos a casa sanos y salvos y a una hora razonable, por lo que pudimos organizar una buena comida y recuperar energías. Ya por la tarde, algunos aprovecharon para pasear, y otros para descansar o tomar unas cervezas y repasar los momentos destacados del día. En nuestra mente solo podíamos pensar en una cosa: la pizza party que había organizada en colaboración con Ooni y que pondría el broche de oro a esta edición de Among the Giants.

Dia 5 | Despedida (ver detalles de la ruta)

Diferentes destinos significaban diferentes horarios de salida, por lo que ya desde la tarde del día 4 empezamos a despedirnos de las personas con las que habíamos compartido la experiencia.

Incluso sabiendo que tendríamos que salir de casa antes del mediodía, queríamos aprovechar al máximo nuestra estancia en el valle de Ötztal y preparamos una pequeña ruta para primera hora de la mañana. Después de todos estos días, estábamos acostumbrados a la lluvia, así que ignoramos el pronóstico del tiempo y exploramos algunas carreteras de alrededor del pueblo en el que nos hospedábamos.

A media mañana ya estábamos en nuestros respectivos medios de transporte, repasando los inolvidables acontecimientos que vividos durante estos cinco días o haciendo un repaso de nuestra galería de fotos para revivir los momentos que habíamos sido capaces de capturar.

Sin lugar a dudas, no ha sido una edición fácil de organizar, enmarcada por una pandemia que amenaza al mundo entero y que obliga a adaptarnos a una nueva forma de viajar. Sin embargo, a pesar de todas las dificultades, lo conseguimos, y esta ediciónde Among the Giants en el Valle de Ötztal ha sido un éxito. Otro país alpino conquistado, otros gigantes que nos han hecho sufrir para coronar. Otro gran grupo de personas que tendrán siempre un espacio en nuestra memoria, y otro montón de vivencias que permanecerán por siempre con nosotros y que nada ni nadie podrá hacernos olvidar.

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