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In focus: Paolo Martelli

Paolo Martelli, originario de Brescia (Italia), llegó a Barcelona en 2008 y pasó sus primeros años sirviendo copas en un bar frecuentado por locales y, especialmente, por turistas. Tras varios años compaginando la vida nocturna con su afición por la fotografía, un día decidió hacer un gran cambio, dejarlo todo, comenzar a viajar por el mundo y centrar todos su esfuerzos y dedicación al mundo de la foto; tenía claro que su sitio estaba ahí.

A día de hoy, el gran trabajo de Paolo en el mundo del ciclismo junto con su pasión por la fotografía minimalista le ha llevado a convertirse en un talentoso fotógrafo con más de 10 años de experiencia en el sector y un gran recorrido a sus espaldas.

Te hemos visto en muchas ocasiones viajando y cubriendo eventos o proyectos en lugares realmente exóticos, ¿consideras que tu carrera profesional también tiene una parte de aventura?

«Enfocar mi carrera profesional a eventos deportivos ha sido algo más por circunstancias de la vida que por elección. La libertad de poder decidir cómo y cuándo poder trabajar, es algo que aún no tengo la suerte de disfrutar. De hecho, en ocasiones hago trabajos que no son muy de mi agrado pero que están bien pagados. En cuanto al ciclismo, mi carrera se ha ido abriendo paso por ese camino y, una vez ya empiezas a coger experiencia en un tema específico, van llegando más oportunidades de trabajos relacionados.

Obviamente, cuando puedo escoger entre hacer fotos de producto o seguir con trabajos como los que estoy haciendo, me sigo decidiendo por la aventura de viajar y explorar nuevos retos. Se junta un poco el trabajo y la pasión por viajar.»

Estamos seguros que trabajar en lugares remotos y en países con pocos recursos no debe ser tarea fácil. ¿Qué aspectos destacarías?

«Trabajar fuera, en países que no conoces, siempre es un gran reto. Tienes que estar preparado para cualquier imprevisto y llevar solo lo necesario.

En el caso de Mongolia, se trata de una carrera y, para casos como este, la organización tiene los medios básicos para garantizar que todo salga bien. El primer año que estuve allí, me llevé 15 kg entre cámaras, lentes y accesorios, para luego darme cuenta que utilicé tan solo 6 kg… Tienes que cuidar tú mismo del material y eso supone ir cargado todo el día, con lo que ello acarrea. El primer año compartí vehículo con otro fotógrafo, y eso es otro handicap a nivel de gestión del trabajo…

En cuanto al tour que realicé en Patagonia, cuando le pregunté al organizador cómo iba a ser la situación allí, él tan solo pudo decirme que el escenario podría cambiar a cada instante, que el peso a llevar durante el viaje era muy importante y que cargar las baterías sería complicado… y en trabajos como este, es donde tienes que tirar de experiencia y escoger solo uno o dos objetivos y recurrir a la habilidad para salvar las posibles situaciones que se puedan dar.»

Respecto al viaje a Patagonia, cuéntanos un poco más acerca de este proyecto.

«El responsable de este proyecto es Willy Mulonia, el creador de la Mongolia Bike Challenge, y llevaba varios años organizando este tour para un número reducido de personas. En 2019, hubo un incremento de inscritos al tour suficiente como para poder cubrir mi viaje y Willy decidió contar conmigo para ir como fotógrafo y vivir la experiencia en primera persona.

El recorrido por el que transcurre la ruta es de 1.200 km, desde Calafate, cerca de Perito Moreno, hasta Ushuaia. En nuestro tour contábamos con guías expertos en la zona, con más de 20 años de experiencia y, gracias a ellos, pudimos salvar muchas situaciones que hubiesen perjudicado bastante a la expedición. Conocer la dirección desde donde sopla el viento para decidir la mejor ruta, saber cómo y dónde montar la tienda de campaña para pasar una mejor noche, y poder descansar el máximo tiempo posible, tener el conocimiento para tomar siempre las decisiones más acertadas para el grupo y otros pequeños detalles de supervivencia es lo que aporta una diferencia abismal entre un viaje con o sin la ayuda de guías experimentados. Son viajes de mucha cabeza, no solo sirve una buena preparación física.

En proyectos como este, tengo libertad total para organizarme el trabajo durante todo el día. No es nada fácil porque tengo que pedalear igual que el resto, cargar con todo mi peso y, además, ir atento en todo momento para poder hacer mi trabajo.

Recuerdo un día durísimo que nos fuimos a dormir con una temperatura de 24ºC y amanecimos a -10ºC. Una situación que ninguno de nosotros esperábamos… y no puedo olvidar los primeros 30 km con el suelo congelado, un frío alucinante, tardamos 6 horas en recorrer esa distancia. Evidentemente, yo no pude sacar la cámara ni un solo instante, aquello era supervivencia pura.»

Proyecto L’Eroica. Sabemos que trabajas mucho con ellos y que tienes una buena relación con los organizadores. ¿Cómo surgió esa colaboración?

«En 2015, Willy Mulonia organizaba la primera edición de L’Eroica Hispania y me propuso empezar a trabajar en ella antes de ir por primera vez a Mongolia.

En esta edición de la carrera, por primera vez en España, se encontraban también los propietarios de la firma L’Eroica, que recién acaban de adquirir. Willy me los presentó y ellos quedaron encantados con mi trabajo y, a partir de ahí, me llamarón para las siguientes ediciones. Supongo que, al coincidir la compra de la marca de eventos con el inicio de nuestra colaboración y los resultado de mi primer trabajo, fue algo muy positivo que ayudó a crear un vínculo de confianza mutua que nos facilita mucho el trabajo y nos permite crecer a la par.

En el mundo de la fotografía, la confianza entre el cliente y el fotógrafo es vital para hacer bien el trabajo y poder exprimir al máximo tu potencial y poder obtener el mejor resultado posible.»

Trabajando en la escena del ciclismo profesional

«Muy pocas veces decido por mi cuenta ir a un evento protour y aventurarme a vender las fotos. El 95% de las veces que asisto es porque voy a trabajar para alguna revista, la mayoría de veces con Rouleur y cuando vamos, siempre tenemos un objetivo muy claro. No vamos a seguir la carrera sino, más bien, a hacer un trabajo concreto con algún equipo o en busca de un reportaje específico.

Por suerte, siempre he ido de la mano de prensa no reconocida como agresiva dentro del mundo del ciclismo y eso me ha permitido tener un recibimiento más amigable y hospitalario por parte de los equipos y corredores.

Normalmente voy en el coche o autobús del equipo, o me filtro en las habitaciones con los chicos. Estar en meta a mi no me sirve de nada, no es el tipo de foto que buscamos.

La experiencia dentro del ciclismo profesional es muy intensa. Aún recuerdo la primera vez en un coche de equipo en el Tour, creo que en 2014. Sin ser cristiano ni de ninguna otra religión, me acuerdo de haber rezado, ya que estaba convencido de que íbamos a morir todos. Juegan en un límite increíble confiando en que todo va a ir perfecto y es un drama constante. En mi caso, solo tenía la opción de centrarme en el objetivo de la cámara para no pensar en lo rápido que sucedía todo y el estrés constante al que estábamos expuestos.»

¿Es en el ciclismo profesional dónde realmente quieres enfocar tu trabajo?

«Me gusta encontrar un equilibrio entre trabajos cubriendo eventos y el mundo profesional, así que intento tener una fórmula que me permita tener un balance a final de año muy positivo. Además, a veces tampoco es ir solo a una carrera. En ocasiones nos ha tocado ir a casa de algún corredor profesional y la experiencia es impagable. Como la vez que fuimos varios días a casa de Froome y pudimos compartir con él sus jornadas de entreno, charlar a solas y conocerlo de cerca. Todo eso, vale mil veces más que verlo corriendo en un Tour.»

¿Hay algún trabajo que haya marcado un antes y un después en tu carrera profesional?

«La primera vez en Mongolia me marcó muchísimo. Fue la primera vez realmente donde yo me encontré con algo más que solo el hecho de hacer fotos, fue muy duro. Cogí un virus intestinal (a pesar de tomar medidas de prevención) y estuve pasándolo realmente mal. Imagínate la situación en un país como ese, tener que ir al baño cada 3 minutos, pasarte el día con fiebre y hacer fotos en una etapa de 170 km de mountain bike… estar 10h en una furgoneta arriba y abajo y, al acabar el día, tener 20 fotos editadas y preparadas para poder ir hasta una zona donde encontrar cobertura, a 2 horas en coche del campamento para subirlas. Un auténtico drama.

Por otro lado, la primera ocasión que Rouleur publicó una foto mía en portada, también marcó mucho mi carrera profesional. Fue un gran logro y un signo de que estaba haciendo el trabajo bien hecho.»

Genesis Cycling Team, ¿que ha supuesto tu paso por este equipo?

«La relación con este equipo nunca ha sido de trabajo, siempre ha sido una colaboración por ambas partes. Pero si es cierto que mi paso por el Genesis fue de gran ayuda en mi carrera profesional ya que la primera publicación oficial relacionada con el mundo del ciclismo fue en Rouleur y fue a partir de unas fotos que hice para el equipo.

Desde el momento que publicaron mis fotos, la revista comenzó a contar conmigo para otros proyectos y eso posteriormente derivó en más oportunidades de trabajo.

Hoy en día sigo haciendo fotos con el Genesis, es como una familia para mí. Comparto muchos momentos con el equipo: entrenamos juntos, me invitan a algunos eventos e intento aportar mi granito de arena para que el club pueda seguir adelante. El trabajo y la dedicación que le dedican Bernat, Juanjo y todo el equipo que forma este club es realmente alucinante.»

¿Tienes o has tenido referentes en tu vida personal y/o profesional?

«Fotográficamente no he tenido nunca una referencia, creo que ha sido una pena porque es un aspecto que puede ayudarte mucho a encontrar el camino hacia el que quieres ir. Lamentablemente, en mi caso, tuve que dar con el estilo de fotografía que me gustaba por méritos propios.

Si que hay un fotógrafo, Daniel Ochoa, que en su momento me dió un gran consejo. Le pedí un contacto para poder empezar a trabajar con agencias y me ayudó a entender que no era un mundo nada fácil y que no iba a sacar nada positivo de trabajar en ese sector (con agencias, se refería).

Juanjo, del Genesis Cycling Team, no tanto a nivel profesional, pero sí a nivel personal, de superación y de cómo afrontar la vida, indudablemente me ha servido mucho.

Y Willy Mulonia, desde el punto de vista aventura, y cambiar tu vida para perseguir tus sueños, me ha inspirado enormemente.»

El mundo de la fotografía minimalista, tu otra gran pasión. ¿Cómo empezaste en esta disciplina?

«Empecé a hacer este tipo de fotos como vía de escape de mis tiempos trabajando como camarero en las noches de Barcelona. Llevaba una vida muy estresante y en un ambiente que si no llevas cuidado puede acabar contigo. Esta situación me provocaba un gran agobio. Durante el día no podía estar con gente a mi lado, ni podía retratar a personas porque me provocaba ansiedad. Entonces intentaba alejarme y buscar sitios donde pudiera estar completamente solo y tomar este tipo de instantáneas. Después de unos años, descubrí que este tipo de fotos estaba catalogado como minimalista.

A pesar de que me encanta, nunca he podido centrar mi carrera profesional a este tipo de fotografía ni ganarme la vida con ello. Alguna vez he intentado trabajar con galerías de arte para exponer mi trabajo pero es algo realmente difícil y cuesta muchísimo salir adelante con ello. Al menos, por mi experiencia, lo veo inviable a corto plazo.»

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